Alma

Regálame las palabras,
aquellas a las que algunos días renuncié,
esas que siendo un pobre necio
no entraron en mi cabeza
y ahora poco a poco llenan mi razón.

Seres inertes reflejaos en él,
dedicad vuestra vida a amar
porque solo se puede hacer feliz
desde tu propia felicidad.

Deja al viento que se acueste
bajo el vuelo de tu falda,
en ese lugar
entre lo prohibido y lo divino.

Escucho tus consejos
desde lo más profundo del silencio,
en el vacío de los sueños
donde los inviernos son más cálidos
que el roce de la piel
de aquella niña a la que siempre amé
porque el primer amor nunca se olvida,
el primer amor es el que duele.
Amor,
¡que palabra!
Cuantas acepciones tendrá en el diccionario,
pero díficil de explicar.

El amor lo abarca todo,
el amor nos llena la cabeza,
nos llena el corazón,
nos rompe los esquemas
con solo decir no.

¿Cuantos ríos de sangre
se habrán derramado por él?
No tantas como lágrimas le entregas
cuando notas que no eres amado.

Cielo y tierra
se unen en el espacio infinito
de los corazones,
en ese lugar en el que entre
las melodías del corazón
habitan los silencios
cargados de palabras justas
la filosofía, el uso de la razón.

Bajaran los azules del universo
para arroparnos cuando nos haga falta
cuando las luces iluminen el alba
mientras me arropas la espalda.
Aunque la mañana nos desnuda
con cada despertar,
con los dibujos que han dejado
el rastro de las estrellas