al calor de tu piel de nácar.
Sarmientos al ras del camino,
legados de poetas infinitos,
entre versos que advierten
el triste devenir del destino.
al escucharla cantar por bulerías.
Se deshizo en piropos de amor,
lloro el niño del payo en su cuna
al advertir el amor de su padre
por la madre de los gitanos de raza pura.
dos cíngaros oyeron
que alguien amaba a su matriarca
con intenciones extrañas.
No hay peor final
que una venganza.
No hay mayor rumor,
que los que corren en silencio.
que habían visto que un día
a un hombre se le congeló la mirada
al escuchar la hermosa tonada
salir de la garganta de su madre
antes de despertar la mañana.
con las pupilas dilatadas
en sus ojos de gatos.
Trataron de descifrar los misterios,
querían ajusticiar tal atropello,
no podía un payo amar a su madre
al caminar por la gitanería.
Intentaban escudarse en el miedo
del chocar de los metales,
antes que mostrar sus miedos
cómo viles mortales.
y los adoquines se llenaron de humedad.
A lo lejos un portalón se abrió.
La silueta de un hombre con sombrero,
un bastón y el mismo compás
que el paso de un torero.
Le gritaron a lo lejos
los dos cales al blanco,
y este les contesto sin miedo.
Voy a aplaudir a vuestra madre
porque me he enamorado
de su voz de arrullo y aguacero,
de su miedo a perder
el duende de un cante sincero.
Saltaron por los aires las vidas.
Golpearon los morados.
El suelo se encharcó de sangre.
y los rumores se quedaron encallados.
La injusticia del comadreo
tres vidas se había cobrado.
Había dos gitanos y un payo
en el rojo piso tirados
por amor al arte del canto amado.
y el niño del payo gimotea
al compás de una guitarra
entre tarantas y quebrantos.
Entonces el murmullo del viento
sopla una simple coplilla.
Se ha quedado solo sin su padre
y a ti te faltan dos hijos.
Que no falte nunca una madre
para un huérfano de arte.
en nuestros corazones,
da igual la raza y la condición.
Que nos despeine el baile
de las melodías al aire.