sábado, 24 de abril de 2021

Cicatriz

El vacío.

Un agujero.

La nada. 

El Hueco. 

Don Nadie.

Señor Cero.


Así me hacen sentir.

Así quieren que viva.

Asi me ven.

Así me veo.

Así, de feo mes de Enero.

Así de gris, mes de Abril.


No sé si soy yo.

Ni tan si quiera si ellos.

No sé si puedo.

No sé si quiero.

No sé si me pasaré el juego.

Me proclamaré perdedor del miedo.


Todo es tan absurdo,

que el silencio es un acto de valentía.

Mi yo se despega de mi,

se aferra a los defectos,

a pesar que mis virtudes

intenten mantenerlo vivo.


La mediocridad 

se halla a medio camino 

entre la pereza y la desidia,

entre la desilusión y el desamor,

entre lo inexplicable y lo incierto,

entre lo mio y lo ajeno.


La enajenación 

desvirtúa cualquier realidad,

virtúa cualquier atisbo de locura.

La inseguridad 

te aleja de la sociedad y desconectas 

creando una verdad paralela.


La locura inconexa los sentimientos 

y los sume en una depresión indómita,

incapaz de curarse cuando

las sombras la acobardan en una esquina,

donde la soledad les otorga

una falsa sensación de calor.


Y ahora el silencio,

la oscuridad,

mi rincón,

mi refugio,

mi zona de confort,

mis miedos y esta cicatriz.


Olvidé escribir.

Olvidé decirte que te echaré de menos.

Olvidé donde estabas.

Olvidé pensar en mí.

Olvidé el hola y el adiós.

Olvidé un hasta luego y

el beso que entrega el corazón.


Macroeconomía confinada.

Hace meses, años, que se oía el ruido de fondo, pero no quisimos escuchar. Esto simplemente es el toque de queda que nos faltaba para hacernos ver que el planeta va en serio, que la vida va en serio. Quiero pensar que el Tsunami de Tailandia de 2004, el terremoto de Haití en el 2010, las advertencias sobre el deshielo de los polos que desde 2012 baten records año a año, el impresionante incendio descontrolado del Amazonas del 2019 que durante meses se ha comido el pulmón del mundo, y ahora el Coronavirus, que probablemente no tiene nada que ver con ninguno de los fenómenos que os acabo de enumerar directamente pero indirectamente nos servirá para valorar la vida. Este virus ha echado el freno al mundo, ha frenado de golpe tantos días, tantos proyectos y tantos sueños que querríamos cumplir, que quiero pensar, yo al menos lo hago, que esto nos hará más fuertes de cara al futuro.


Ahora, en estos días, tenemos tiempo más que de sobra para pensar en todo ello. Estoy seguro que no tiene ningún tipo de relación, pero son demasiadas señales como para que, después de todo, no pensemos que quizá esto sea una segunda oportunidad para hacer las cosas de otra manera. Preocuparnos más por el futuro, y menos por la economía. Siempre he pensado que la unión hacia la fuerza, y lo sigo pensando, pero la unión sin intereses. Los gobiernos piensan en sacarnos adelante, pero ¿dónde están ahora los recortes en I+D que se vienen haciendo globalmente? 


Tomaremos nuevas medidas. Es posible que nada vuelva a ser como antes. No tenemos ni idea de cuando volveremos a salir a la calle con normalidad, ni como será tomarse unas cervezas sentados en la terraza de un bar, no sabemos si podremos pasear a nuestros hijos, con nuestra pareja o con nuestros amigos. No sabemos cuándo podremos dar un abrazo a nuestros familiares, no sabemos cuándo podremos besarles, acariciarles. Ahora lo mejor es no parar a pensar en ello. Agachemos la cabeza y pensemos que el objetivo está un poco más cerca.


Quizá mañana, cuando salgamos a la calle, recordemos que es más importante estudiar e investigar que el IBEX35. Los gobiernos nos siguen diciendo que no nos preocupemos, que todo esto pasará, que si nos quedamos en casa venceremos al virus, pero entretanto el poder adquisitivo de la gente va mermando poco a poco. Y si, es que otro de los problemas que conlleva, es alrededor del dinero. Maldito dinero. Otro virus. Otra pandemia.


Ahora Papá Estado puede hacer el esfuerzo para que la gente afectada por el Covid19 no pague sus alquileres, que no les corten la luz o el agua, pero Papá Estado ha olvidado que hace unos años nosotros, y si digo nosotros porque fue así, salvamos a los bancos. En España, Mamá Banca fue rescatada por la nada desdeñable cantidad de 66k millones de euros, nuestros, de todos los españoles, pero ahora no importamos. Lo digo ahora que se ha hecho pública la cantidad que Papi pone a nuestra disposición 200k millones de euros, el 20% del PIB del país, nuestra deuda se disparará al 120% dando comienzo a esta fiesta que no ha hecho más que comenzar, después llegarán los EREs, los ERTEs y el si te he visto no me acuerdo.


Todo eso está muy bien pero, ahora seremos mas a suplicar para llegar a fin de mes, para que tengamos una moratoria en el pago de las hipotecas o los diferentes recibos, más allá que nos aseguren que no habrá cortes de suministros básicos. Desconozco si aquella cantidad que presto el gobierno a la Banca, serviría para salvaguardarnos a todos los que vivimos en España, pero si se hizo para unos veinticinco bancos, creo que ahora es el momento que nos devuelvan el favor. Sinceramente creo que al final, darán la vuelta a la tortilla y volveremos a pagar los de siempre. Los que después de esto perderán su trabajo, los que deberán elegir entre trabajar y pagarse los estudios. Después, cuando todo esto pase, cuando la marea baje, quedarán ancladas en la orilla los restos más dolorosos de este naufragio.


Siempre he tenido claro que sería más pobre que mis padres, que tendríamos peor calidad de vida, posteriormente un estudio lo avaló y determinó que mi generación es la primera que pierde poder adquisitivo sobre la anterior. Entonces nos preguntaremos aquello de si hay algo peor que ser padre, y si, si lo hay; ser hijo. Seguro que somos más caprichosos que ellos, y también gran parte del problema derive en eso, pero ahora este problema se acuciará y nos debe hacer recapacitar el futuro. Eso ya es otra historia más que añadir a esta fábula que se convierte en pesadilla día a día. Pensar en mañana se hace duro, cuando realmente no sabes si llegará, aunque todo indique que si, pero lo primero es ponernos todos a salvo.


La sociedad global confinada en sus casas, y ahora sí, los miedos, las dudas, las incertidumbres. Ahora como los malos estudiantes llegan los lamentos. Nuestro egoísmo, la falta de empatía y la pirámide del sistema nos han llevado a recluirnos. A pesar de los esfuerzos por parar la epidemia, la sensación es exactamente la misma que tiene un padre cuando mira a su hijo recién nacido, amor e indefensión. Por un lado el amor que recibimos de todos los que están trabajando por los demás, en unos casos desde sus puestos de trabajo y por otro lado los que lo hacen desinteresadamente por ayudar a los demás. Los que se quedan en casa trabajando, los que se juegan su salud por ir a sus puestos de trabajo. 


Nadie duda que los puestos más expuestos son los implicados en la sanidad y orden público, pero todos, y digo todos tienen importancia. Desde los que siguen recogiendo alimentos en el campo, en la parte más primaria de la cadena alimentaria al que te lo pone a tu disposición en la tienda. Desde el profesor que sigue preocupándose por la educación de sus alumnos, a la madre que entretiene a sus hijos en casa, o el transportista que se encarga de dejar su camión cargado en el supermercado o la furgoneta que deja los medicamentos en la farmacia. Todos somos importantes, y todos deberemos implicarnos.


Pero debemos mirar más allá. Hay que buscar soluciones, y no responsabilidades. Debemos analizar todo lo que ha pasado y nuestras propias carencias, así como valorar nuestras virtudes, nuestros pequeños milagros como los Hospitales de campaña que se están montando en toda España, cuan guerra, cuan campo de batalla donde vencer está batalla. Valoremos y viabilicemos los esfuerzos de terceros por dotar a nuestros médicos de la carencias que les acucian. Naturelicemos el ayudar. Respetemos unos mínimos y aceptemos la solidaridad de la gente.

Causas pendientes


Probablemente serán mayores mis errores que mis aciertos.

No pretendí ser perfecto.


Cargo con todas las causas pendientes,

los delitos que cometí,

los miedos que causé,

y los sueños que destruí.


Llevo el lastre de cada caricia que di,

sin escuchar un rotundo si.

Llevo los lamentos de los besos

sin respuesta del silencio.


Dentro del metro cuadrado de mi cama

he causado tanto daño 

que debería ser acusado de terrorismo

ya que el terror que he causado

ha sido una explosión

en el corazón de mi amor perdido.


Pido perdón, no lo niego.

Pido perdón, no lo dudo. 

Probablemente mi verdad sea

seguir en el lado oscuro.


A veces mi cuerpo se dispara, 

mi corazón se acelera, 

necesito escapar, necesito salir,

necesito gritar que soy culpable,

que padezco una enfermedad deleznable.


Yo fui quien acarició a Merichane.

Me declaro culpable de los cargos, señoría. 

No puedo rebatir sus argumentos.

No puedo.


Desde que la escuché gritar 

tras esos acordes, 

no dejo de pensar

en todo el daño que la causé.

Consciente e inconscientemente,

por pensar únicamente en mi

y no en ella.


Fui egoísta, lo sé.

Maltraté solamente por descargar mi fusil.

Intento domar a la bestia.

Apagar su fuego, su ira,

diluir su vida, su instinto vil.


Culpable del hielo

Me siento culpable  de robar sueños inocentes. Culpable por robar sueños de inocencia infantil. Culpable del hielo que mantiene vivo los mie...