En blanco y negro gira la mirada,
ruinas sobre ruinas se levantan,
ruina de hombres,
memoria en ruinas, ruina de esperanza,
runas de guerra y de hambre grabadas.
La vida engendra a la muerte,
la muerte siembra batallas,
la guerra consume la vida.
Si Dios existe, qué farsa sagrada:
que abra su ventana y mire la desgracia.
La lucha no era este fuego,
el sacrificio no era de sangre.
La verdad arde en el pecho,
y el dolor, nunca sana en balde,
con un pañuelo blanco ondeando al aire.
Tanta verdad se oculta en la mentira
que ninguna se distingue ya,
pues la primera,
por siempre manchada,
se disfraza de duda envenenada.
Suenan ráfagas al viento,
se alza el polvo,
cuerpos caen a la tierra,
y niños, sin consuelo,
pierden alma y tiempo.
Cuando se desarme el conflicto,
olvidarás tus miedos,
guardarás tus recuerdos en sombras,
y en un sofá sin rumbo
seguirás la farsa del destino incierto.
Pero habrá quien recuerde
una tierra, una familia,
mientras arrancaron de raíz su vida,
aún le quedará otra vida
que vivir en este nuevo día.
Con la amarga voz en la herida,
seguiremos contando lo vivido,
tejiendo en la memoria una salida,
alzando luz sobre el camino,
y haciendo de la vida un motivo.