Hoy para acabar el año me cambiaré de corazón
como de chaqueta. Hay cosas a las que se les tiene apego pero cuando se trata
de volver a respirar no queda otra que mirarse el ombligo y pensar que lo mejor
que se puede hacer, es empezar de cero. Durante meses he vivido pensando en una
utopía, pero cuando el pegamento de la tirita dejó de adherirse a mi piel y
esta se desprendió mostró al aire una herida en la que aún se conserva sangre
fresca, sangre que sigue viva y duele. Por ello, es el momento de empezar a
caminar, y que mejor que hacerlo sin ti, sin tus sonidos desacompasados en el
hueco de mi abdomen.
Hay cosas difíciles, y en eso manda el olvidarse
de los recuerdos, y mucho más cuando aún duelen, porque a pesar de que ya son
varios meses sin besarte, las llagas de mis labios aún se sienten. Posiblemente
tengas el honor de ser lo mejor y lo peor del año. Un año, que no sé muy bien
si olvidar o recordar, porque si te recuerdo sonrió y te lloro por igual. Así
de duro, así de descompensado me siento cada despertar. Los balances económicos
se hacen cada fin de año, los del corazón cada vez que te lo rompen por la
mitad, y al mío por desgracia, le volvió a pasar.
Te elegí, no sin dudas, pero es que estas cosas
pasan como sin darse la importancia suficiente a que tenga que pasar, por eso
estoy jodido, por eso me duele aspirar el mismo aire que tú alcanzas a
respirar. Yo te elegí, y si, lo hice sin preguntar, de manera persistente, y
quede seco como la hierba, cuando el caballo de Atila pasa fulminando cualquier
atisbo de vida sin mirar atrás. Así de crudo es el amor, así de cruel la
realidad.
Hay veces que siento que te marchas, y cuando te
siento lejos, vuelves la vista atrás. Entonces yo acelero mi paso y corro para
lograrte alcanzar. Tú sales corriendo, y así el cuento vuelve a empezar. El
lobo no es tan malo, y tú, caperucita seduces a cualquiera sólo con tu forma de
caminar. Es difícil de entender por ahora, pero más duro es asumir que el cielo
nunca va a llegar, que vivimos el verdadero infierno con el simple hecho de
nacer, inhalar un metro de aire y saber que hemos perdido media oportunidad.
Ahí es cuando me doy cuenta, que late y late la bomba hasta que el detonador la
silba y la hace explotar.
He estado buscando un corazón en el segundamano,
para vender el mío, pero ya no se quien me lo puede comprar. He estado buscando
una luz para alumbrar las sonrisas que ahora son más frágiles que el cristal,
he estado buscando un te quiero frustrado por tanto esperar. He estado de aquí
para allá pero llegaste igual que te vas, en silencio, a paso lento,
arrastrando los pies, encadenando los míos a kilos de lastre para hundirme en
el río de las lágrimas si intento flotar y seguirte vivo a tu lado. Te vas y lo
haces sin atreverte a mirarme a los ojos, sin mirar más allá.
He buscado entre las hojas secas de este otoño
las flores de primavera, pero no hallé más que un traje de pino esperando a
vestir el sentimiento de funeral. He soñado tanto que de tanto soñar, el sueño
se sintió por instantes real. Fueron cinco minutos, pero los sentí de verdad.
Fue tu corazón el mío, fuimos una misma alma. Ahora somos una caja guardada en
los recuerdos del desván.
Aquí me pudro entre polvo y malvas, entre
cucarachas y polillas que marchan firmes y furiosas a trazar un estigma más en
la piel que me queda por curar. Aquí me quedo anestesiado, en coma inducido,
esperando a que otros labios y otros corazones me vengan a conquistar. Que rompan
el hechizo de tu embrujo. Que el cielo se rompa cuando lo intente alcanzar, que
sea infinito, que se haga realidad.
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