lunes, 23 de diciembre de 2013

Canciones

El tiempo se detuvo en aquella canción. Aproximadamente doscientos segundos de historias diferentes que confluyen en el mismo lugar. Lo que para unos fue un beso, una caricia, un abrazo, una lágrima de felicidad, para otros se torna en todo lo contrario. Melodías que ponen banda sonora a una vida, a un puñado d vivencias, de recuerdos que se amontonan a medida pasan los versos.
Hay canciones efímeras, pasan por nuestra vida como pasa tanta gente. Son modas pasajeras, son alegrías improvisadas. Son bailes nocturnos, son palmas a mediodía, son sonrisas contagiosas, repetitivas, como series matemáticas resuenan una y otra vez en las radio fórmulas. Nos acompañan unos pasos y cuando les parece se hacen a un lado, se sientan a descansar ahí donde quizá ya no se vuelvan a levantar nunca, hasta que pasen los años y alguien las quite el polvo de encima, y vuelva a ser una moda pasajera de nuevo, algo mas vintage, retro o como toque llamarlo en ese momento.
En cambio hay otras canciones, mas atrevidas, descaradas y hasta valientes, que se atreven a cambiar el rumbo de una vida, a desdibujar destinos que parecían marcados. Esas canciones son las que quedan en el alma. Son esas que, inevitablemente, marcan el compás del ritmo de nuestro corazón. Suenan bajito, y retumban en nuestros oídos. Dejan un mensaje, una verdad que no quisimos oír o reconocer. Pero ahí está ella, con su mensaje bajo el brazo, llueva o haga frío, sea invierno o verano. Siempre volvemos a ella como sin querer, como volvemos al beso de madre cuando la distancia nos acorta los sentimientos.
Son canciones, escritas al cobijo de una historia que poco o nada tiene que ver con nosotros, pero la magia de la música y el poder de interpretación de las letras hacen que se acerquen a nosotros. Son una lluvia inspiradora que nos ayudan en los momentos mas importantes de nuestras vidas. Son algo que jamás seremos nosotros, son eternas. Ellas perdurarán en nosotros lo que tarde en marchar la buena memoria, pero quien sabe si seguirán en otro cajón a punto de volver a ser descubiertas.
El tiempo pasa sordo, y no se detendrá a escucharnos. Insolente, dictatorial caminante a paso militar, sin mirar atrás siempre adelante. Así es él, el tiempo. Ególatra. Creído y engreído. Sólo el tiene algo seguro, y es que aún le queda algo de lo que siempre se nos priva a nosotros, tiempo. Maldito tiempo. Que se lleva las canciones allí donde no podemos alcanzarlas. Allí donde nadie se podrá acordar de ellas el día que, caducos, se nos dore la piel y nos desprendamos del árbol de la vida al infierno de los miedos donde todo arde entre las llamas de nuestras plegarias desoídas. Entonces se acabará todo y esperaremos a ver pasar otras almas, y otras canciones. Otros tiempos. Entonces no serán nuestros y no nos quedará mas que volver a un recuerdo que ha muerto.
Tiempo y música, música y tiempo... Un, dos, tres... Música maestro. No hemos hecho mas que comenzar a escribir nuestra canción. La que perdurará mientras otros corazones, a los que lleguemos hasta quedarnos grabados en ellos, sigan vivos. No hay nada mas bello en la vida que ser canción, y tener tiempo para escucharla. Seamos música es nuestra hora. Seamos música, es ahora.

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