miércoles, 17 de enero de 2018

La calle mas vieja del mundo

En la calle más vieja del mundo
vive una vieja que vive enamorada
de un joven guapo y risueño,
y un loco sujeta su pantalón
con una cuerda
mientras se acuerda
que tiene sus tristezas
en una casa de empeño.

En la calle más vieja del mundo,
un niño regaña a su padre
por no seguir jugando a ser niño,
y un adolescente adolece
del incierto destino si navega
mientras la tormenta
nos lleva a la deriva de las olas
ahora que llega Diciembre.

En la calle más vieja del mundo
hay un charco triste
porque nadie salta dentro de alegría,
nadie chapotea, nadie juguetea
mientras el vals del viento
invita a bailar sin miedo
antes de llegar a casa
donde gobierna con mano dura
lo más crudo del odio y el silencio.

En la calle más vieja del mundo
hay una madre que pasea
con su hijo de la mano
soñando sin temor
que crezca sin ideales de fracaso,
cuando esto no es más
que intentar dar otro paso
sin pensar si debo volver a intentarlo.

En la calle más vieja del mundo
acaba de nacer un abuelo.
Aún tiene cuentos por escuchar,
y su nieto le mira con la inocencia
de quién acaban de empezar a soñar,
aún quedan paisajes por dibujar,
todavía no entiende porqué
nos retroalimentamos de la crueldad.

En la calle más vieja del mundo,
un padre primerizo tiembla al pensar
que vivía más firme en la inconsciencia,
en la locura colectiva, en la irracionalidad
de la electricidad de los sentimientos
porque ahora que se sienta a pensar
el vértigo le congela sus extremidades
y le pesa la responsabilidad.

En la calle más vieja del mundo
una paloma se posa en el suelo
a comer a mis pies una miga de pan.
Tiene un color gris perla
y una anilla en la pata anclada
que dice "libertad".
Vuela amiga, vuela alto y llévame contigo
a los pies del mar y de la palabra amar.

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