El éxito es el enemigo.
Tu mayor victoria 
siempre es la mayor derrota.
Algo se rompe por dentro,
te cambia hasta que caes de nuevo
en las llamas de infierno.
Es leve el paso al paraíso
por el aplauso fácil,
al averno por el silencio
y la falta de reconocimiento.
Anhelamos la aceptación 
en lugar de ansiar el amor propio,
nuestro indiscriminado momento.
Ser sumiso se convierte en un castigo,
difícil afrontar el camino 
sin verdaderos amigos.
Nadie espera cuando hace frío,
nadie desea seguir girando
eternamente en un tiovivo.
El éxito te convierte en triunfador,
la humildad te convierte en mejor persona.
Ahora tú decides
si apostar a egolatra ganador
o deseas caminar en el espacio amargo 
del insomnio perdedor.
Somos esclavos de nuestros actos,
no somos dueños de nuestros destinos
somos seres que vagan 
y flotan por los versos
cómo insulsos mendigos
ricos en euforia,
pobres en sentimientos.
Nadie nos enseñó a vivir.
Aprendimos solos.
Nadie nos invitó a seguir
lo hicimos como locos.
Nadie nos arrastró a tocar fondo
igual que cuando rozamos el cielo
fue por la ingenua temeridad 
de no volar a ras de suelo.
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