Aquella tarjeta de aniversario en el suelo
me recordó las rosas que te regalé
y lo felices que fuimos entonces.
La acaricio con la fragilidad,
de quien sabe que puede
romper un sentimiento
Me encojo, abrazo mis rodillas
y apoyo en ellas mi cabeza.
Miro al infinito… y te busco.
Te busco como quien busca aquello
que perdió sabiendo que nunca
lo volvería a encontrar.
No lo encuentro,
ni dentro ni fuera de mi,
no recuerdo como vivir, soledad.
Soledad sin dudar, soledad
soledad sin esperar,
no se que más pensar.
Y pienso que el valor de las cosas
reside en la importancia que le damos
mientras nos importa, subjetividad.
Allí, en esa esquina del tiempo,
donde el pasado se mezcla con el presente,
me detengo a recordar lo que fuimos.
Cada risa, cada susurro,
cada instante que se escapó
como arena entre los dedos.
El vacío se siente más grande sin recuerdos,
y el eco de tu voz resuena
en las paredes de mi alma.
El tiempo, implacable, sigue avanzando,
pero yo, atrapado en el tiempo,
no dejo de pensar que perdí, que ya no soy.
Soledad, eres compañera
de este viaje sin destino,
donde los recuerdos pesan más que el olvido.
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