Pasará,
Irremediablemente todo pasará.
Para bien o para mal.
Todo acaba,
aunque creyésemos que nunca iba a terminar
Las historias, aunque duelan,
hermosas o dolorosas
tienen fecha de caducidad.
¿De que valieron los sentimientos?
¿De que sirvieron los hechos?
¿Por qué amando te sientes solo?
Esos momentos que notas
que algo no va,
fruto de la inseguridad,
miedos y subjetividad,
arrasan más que el fuego voraz.
Pasará,
porque todo tiene que pasar,
porque somos incapaces
de secuestrar el tiempo cobarde,
o recuperar un sentimiento
cuando la ceniza y polvo
es lo que queda
una vez que arde.
¿Dónde quedaran las promesas
que no hicimos cuando todo iba bien?
¿Dónde irán los besos infinitos
y las madrugadas despiertos?
¿A dónde los versos si ya nadie los lee?
Las palabras se encadenan a las promesas
hasta que nadie se acuerde de ellas.
Entonces, en medio de una tormenta
de recuerdos y sentimientos,
una pregunta persistente
lo envuelve todo
¿qué queda cuando todo ha pasado
y solo quedan ecos de lo que una vez fue?
En la penumbra de una habitación
que guarda los secretos del pasado,
mi sombra solitaria
hojea un viejo cuaderno.
Las páginas, amarillentas y desgastadas,
contienen palabras
que alguna vez prometieron eternidad.
Cada línea
es un testimonio de un amor
que parecía inmortal,
de esperanzas compartidas
bajo la luz de las estrellas.
Pero ahora, esas palabras
son solo susurros en el viento.
Cerré el cuaderno con un suspiro.
Las promesas no pronunciadas,
los besos olvidados, las madrugadas
que se desvanecieron en el olvido...
Todo eso se ha convertido
en una serie de imágenes difusas
y desvanecidas.
Sin embargo, a pesar del paso del tiempo
y el desvanecimiento de los recuerdos,
queda una lección inmutable.
Tic-tac, tic-tac…
las historias y los sentimientos
vuelven a hacer caer otra hoja del calendario
el tiempo caprichoso
no puede ser detenido ni recuperado.
Cada experiencia, cada emoción,
tatúa una huella en el alma.
Aunque el fuego consume
y la ceniza se dispersa,
lo que queda de esas historias
es un eco persistente
que nos recuerda la belleza
de lo que una vez fue real.
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