miércoles, 3 de octubre de 2012

Superhombre

... y abrí mi armario, y de la percha mas arrinconada colgaba mi capa roja y mi pantalón de látex azul. Los miré con nostalgia y me acordé de todos aquellos días en que esperaba a que la vida deparase dramas y problemas a un mundo que a veces gira al contrario de lo que debiese. Me acordé de todas aquellas veces en que me jugué el pellejo porque la justicia saliese a flote, y hoy, desde mi realidad en blanco y negro, desde este tiempo y esta distancia, me arrepiento, porque he dejado de creer en la esencia del ser humano. Cada día estoy más convencido de que estamos mas lejos de la idea de Dios en el momento de concebirnos; seguro que en sus planes no entraba nada de esto de lo que está ocurriendo con la Tierra. Tengo la plena certeza de que nunca quiso que la envidia se vistiera con el traje y la corbata de los gobernantes, ni que el odio cogiese un fusil para encañonar directamente al entrecejo del amor. Estoy convencido de que Dios jamás pensó en que el dinero fuese un idioma común. Al menos tengo el consuelo de que Él lo esté viendo desde el palco de honor del cielo. Seguro que por momentos se le pasa por la cabeza la idea de lanzarnos una cuerda y tratarnos como marionetas hasta que sus hilos se trencen entre si y todo el desorden que hemos creado quede a cero. En otras ocasiones, se reirá de su Creación, somos una caricatura, de su obra de arte.

Tiré de la percha, y extendí mi disfraz de superheroe sobre la cama. Agarré por la solapa el pecho de la camiseta y acaricié con añoranza su S bordada al pecho. Sus hilos dorados se habían oscurecido y el rojo había perdido intensidad. Afuera llueve nostalgia, añoranza y desesperanza; estoy convencido de que permanecerá lloviendo mucho tiempo, y el problema es que cuando el paraguas se cala, ya no hay nada que remedie el mojarnos, y ya estamos cerca de que eso ocurra. Tenemos mil anécdotas de las que arrepentirnos, tenemos doscientas costumbres desacostumbradas, y millones de almas al borde del abismo esperando a ser salvadas, esperando un truco de magia, o el golpe de un hada madrina con su varita para que todo cambie de golpe. El caso es que no hay victoria sin esfuerzo, y la vida se está poniendo demasiado cuesta arriba, tanto que ni tan siquiera los más fuertes saben el tiempo que aguantarán sin coger oxígeno. También es posible que hayamos mirado tanto al suelo; que nos hayan obligado tantas veces a observar la dureza de las piedras que ahora al levantar la cabeza, nuestra mirada se deslumbra al contemplar el cielo las pocas veces que el Sol, últimamente, gana la batalla a las nubes y consigue colarse por la rendija para regalarnos una efímera sonrisa.

Llevo años sin probarme mi atuendo y todo es porque hace mucho que perdí la ilusión por cambiar el mundo, perdí la fé al descubrir la desidia del ser humano, al encontrarme sin un enemigo, ya que el enemigo somos nosotros mismo. Nos creímos superheroes sin tener un solo poder, cuando lo único que sale de nuestras manos y de nuestras cabezas es miedo. La oscuridad sigue acechandonos más y más y es posible que nos quedemos ciegos de tanto apretar los ojos y llorar. He tendido tantas manos, como me han pedido, he levantado a tanta gente del suelo, que finalmente caímos todos, y en esas estamos en levantarnos. Pero cada uno a nuestra manera, en lugar de enfrentarnos todos a un bien común. Nunca hemos hecho nada juntos, siempre hemos querido ser protagonistas individuales de nuestras pequeñas batallas en lugar de ser el ejercito del amor y del compañerismo, nunca hemos luchado con las armas de los sentimientos, nunca hemos hecho nada por los demás. Sentir a esta sociedad sin nervio es la criptonita que me debilita, que me contagia vuestras actitudes y que me aleja de todo lo que un día fui. Yo no puedo seguir peleando más. Prefiero ser uno más como tú y vivir sin miedo a morir en el fragor de la batalla, por alguien a quién ni siquiera importa. He perdido mis superpoderes, los dejé en la tienda de los chinos de la esquina y cuando volví a por ellos, alguien se los había llevado. Para que querrán mis poderes si cada uno somos lo que somos y nos relacionamos con nuestros semejantes. Esos que se los llevaron no conocen la bondad, desconocen el sentido del amor y de la verdadera amistad.

Cuando los recuperé, me iré. Volveré por donde vine. Sacaré del armario todo aquello que sobra, que se apolilla y volveré a casa con lo justo. Seguro que mi padre, que conoce otros muchos superhombres, los llama y nos volvemos todos juntos. Algún día retornaremos porque esté mundo tiene algo apasionante, pero a la vez se esta sumiendo en la redes frustrantes de la esclavitud, unas veces porque nos dejamos y otras porque "el que no pinta aquí, ná eres tú". Un último consejo antes de volver a tomar mi anónima identidad. Ama mas de lo que puedas amar, y vive como si cada segundo fuese el ultimo que quede por pasar. Vuelvo a recoger la percha. Abro mi armario y corro con fuerza todas las perchas y hago hueco. Lo dejaré cerca, porque sé que pronto todo esto cambiará. Confío en que os deis cuenta que pasará lo que tenga que pasar, pero sino pones remedio pasará para mal.

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