miércoles, 7 de noviembre de 2012

Hoy te eché de menos, amigo.



Hoy te eché de menos, amigo. Hoy necesité de ti y no te encontré, bien porque no busqué lo suficiente, o bien porque te escondiste bajo la cama de mi olvido. Hoy necesité de ti, pero ya no estabas. Te habría contado tantas historias, que todas las cervezas que nos hemos tomado juntos a lo largo de esta vida, habrían sido pocas porque hoy me pasaron muchas cosas; porque hoy necesité de ti y no estabas. Prometimos con sangre que seriamos hermanos siempre, pero hemos incumplido la premisa y ahora tu sangre me quema en la cicatriz que dejaste a la altura de mis muñecas. Hoy te eché de menos, pero no estabas. Hoy te eché de menos mientras que descubrí en el suelo que tu sombra seguía cerca y tu ausencia era algo más que sentir tu brazo por encima de mi hombro.

Ya no recuerdo si te fuiste o, por el contrario, me fui yo. Ya no recuerdo ni tan si quiera si lloré. Sólo recuerdo que hoy me ahogué en el mar de las lágrimas que desembocaron en mi boca, y tú no viniste a darme aire, a sacarme del río de pena tóxica en el que me estoy bañando. Ya no alcanzó a divisar en la vaga memoria la última fotografía que el destino me disparó a tu lado. Seguro que entonces sonreíamos juntos, seguro que entonces el dolor del otro era el dolor de uno. Hoy te eché de menos, y un poeta escribió que la distancia no es cuan lejos estemos, la distancia es más cuando el silencio se hace dueño de nuestros misterios, la distancia es si no nos vemos.

Otra vez más que necesité de ti, amigo; otra vez más que me sentí solo rodeado de multitudes que me gritan, feroces, salvajes, indomables e incalculables. Otra ocasión más para enmendar los errores. Otra vez que me acosté vacío a mi lado izquierdo, tras actuar en el teatro de los horrores de los que se escudan en los lamentos de otros. Quizás matar no sea suficiente si hay que salvar la cara de uno mismo para después sin escrúpulos bañarse en el odio derramado de los corazones rotos. Otra vez más, otra vez menos, otra vez que eres angustia por dentro porque hoy te eché de menos, e inconsolablemente lloré. Innegociablemente viajé a orillas de la oscuridad tenue y lúgubre, y allí solitario, me senté. Vagabundos flotaron mis pensamientos alrededor de mi cabeza, pidieron la escasa limosna a mi alegría, y repentinamente mi respiración se quedaba sin aliento, sin ganas, con penas que ardían en llamas junto con un puñado de mis misterios sin resolver, Vomité las barbaridades que se clavaban en los nervios que duermen en mi estomago.
 
Hoy ya no es ayer, y volví a necesitar de ti, amigo. Hoy sentí que el mañana no va a volver cuando mañana sea ayer, Cuando todo pasé, vendrás, cuando el dolor haya cicatrizado, y mi alma descubra que no estuviste cuando debiste estar. Para entonces, es posible que yo no sea quien debo ser. El ayer caerá en el olvido, y el futuro será, para mí, volver a sentir vacío el hueco en que ayer hubo, sangre, vísceras y un corazón latiendo al ritmo de la felicidad. Hoy ya no es ayer, pero la pena me llena el estomago y me quita las ganas de comer porque ya no formas parte de este minuto que ha pasado desde la última vez que te eché de menos.

¿Cuántas veces me pregunté que sería de ti, amigo? ¿Cuántas veces deseé volver a recorrer contigo el camino de la vida? ¿Cuántas veces maldeciré nuestra mala suerte? ¿Cuántas veces bendecí tu fortuna, en otro tiempo mía? ¿Cuántas veces, cuantas? ¡Cuántas! Hoy te eché de menos, y tú por desgracia para mi espalda, no estuviste ahí para elevar mi mochila, mientras subía los peldaños de esta longeva y eterna escalera. ¿Dónde estarás? ¿Por qué camino de piedras vagabas? Todo era más fácil cuando los dos tirábamos de las riendas de las decisiones establecidas por la sociedad. Mientras repartíamos el peso, sonreíamos, bromeábamos. El sol nos daba en la cara y sentíamos como sentíamos porque una mirada nos valía para saber lo que pensábamos.

Te imagino ahondando en otros lares, descubriendo nuevos caracteres. Te imagino sonriendo en brazos de mujeres que también me enamoran a mi, te imagino rodeado de éxito. Te imagino guardando en cajas cada uno de los libros de cuentos que escribimos juntos, clasificándolos por años, por géneros literarios, por artes, por dramas, por ensayos. Recuerdo del noventa y seis, reza la etiqueta de la última caja que soñé que colocabas en las estanterías del trastero de los momentos vividos. Te imagino recordando, te imagino imaginando donde estará el tiempo, y porque ya no estamos y nos empeñamos en pensar que no se ha acabado cuando la realidad es nos sentimos como dos extraños.

La pena y el desconsuelo, son hoy mis dos compañeros de piso. La soledad y la tristeza se convirtieron en amantes huidizas en mi cama. Las lágrimas fueron grafitis en la explanada del tiempo y mientras, yo clamo al cielo la clemencia que merece un injusto condenado a muerte. El drama se cebó conmigo, y yo no hago más que echarte de menos amigo. El rojo pasión se convirtió en fuego y arrasó vidas nonatas. Juveniles sueños se diluyeron en el café amargo y mi voluntad parió miedo. Bebí del pequeño frasco de veneno del odio.

Quizás te expulsé yo, amigo. Quizás te abrí la puerta para que la cerrases por fuera, y ahora fruto del arrepentimiento, te añoré como a quien se le antoja un último beso de despedida y es negado porque todo tiene un final igual que tiene un punto de partida. Aun así te echo de menos mi hermano, mi amigo. Ven a buscarme cuando te canses de tu camino, porque aún no comencé a andar el mio. Te echo de menos, tanto que cuando vuelvas, o cuando te encuentre, lo más probable es que seamos dos desconocidos, y entonces tendremos que volver al punto de partida. Cincos dobles y saldremos a la casilla de salida. Tomaremos la barra de un bar, y nos sentaremos en las altas banquetas verdes, y allí diseccionaremos momentos y vidas. Beberemos tanto que el ácido de nuestras lágrimas quemará nuestras mejillas. Las dejaremos correr hasta el corazón, para que la cicatriz quedé cerca de donde reside el sentimiento y sepamos mirando hacía arriba cual es el camino hasta la razón. Lo que si sé seguro, es que por nada en este mundo, ni tú ni yo, nos guardamos rencor.

Hoy te eché de menos amigo.
Hoy te eché de menos,
aunque espero que vuelvas 
a mi lado, a sentarte conmigo,
porque ayer te eché de más,
y hoy me ahogó
a manos llenas el olvido.

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