Hoy
te eché de menos, amigo. Hoy necesité de ti y no te encontré, bien porque no
busqué lo suficiente, o bien porque te escondiste bajo la cama de mi olvido.
Hoy necesité de ti, pero ya no estabas. Te habría contado tantas historias, que
todas las cervezas que nos hemos tomado juntos a lo largo de esta vida, habrían
sido pocas porque hoy me pasaron muchas cosas; porque hoy necesité de ti y no
estabas. Prometimos con sangre que seriamos hermanos siempre, pero hemos
incumplido la premisa y ahora tu sangre me quema en la cicatriz que dejaste a
la altura de mis muñecas. Hoy te eché de menos, pero no estabas. Hoy te eché de
menos mientras que descubrí en el suelo que tu sombra seguía cerca y tu
ausencia era algo más que sentir tu brazo por encima de mi hombro.
Ya
no recuerdo si te fuiste o, por el contrario, me fui yo. Ya no recuerdo ni tan
si quiera si lloré. Sólo recuerdo que hoy me ahogué en el mar de las lágrimas
que desembocaron en mi boca, y tú no viniste a darme aire, a sacarme del río de
pena tóxica en el que me estoy bañando. Ya no alcanzó a divisar en la vaga
memoria la última fotografía que el destino me disparó a tu lado. Seguro que
entonces sonreíamos juntos, seguro que entonces el dolor del otro era el dolor
de uno. Hoy te eché de menos, y un poeta escribió que la distancia no es cuan
lejos estemos, la distancia es más cuando el silencio se hace dueño de nuestros
misterios, la distancia es si no nos vemos.
Otra
vez más que necesité de ti, amigo; otra vez más que me sentí solo rodeado de
multitudes que me gritan, feroces, salvajes, indomables e incalculables. Otra
ocasión más para enmendar los errores. Otra vez que me acosté vacío a mi lado
izquierdo, tras actuar en el teatro de los horrores de los que se escudan en
los lamentos de otros. Quizás matar no sea suficiente si hay que salvar la cara
de uno mismo para después sin escrúpulos bañarse en el odio derramado de los
corazones rotos. Otra vez más, otra vez menos, otra vez que eres angustia por
dentro porque hoy te eché de menos, e inconsolablemente lloré. Innegociablemente
viajé a orillas de la oscuridad tenue y lúgubre, y allí solitario, me senté.
Vagabundos flotaron mis pensamientos alrededor de mi cabeza, pidieron la escasa
limosna a mi alegría, y repentinamente mi respiración se quedaba sin aliento,
sin ganas, con penas que ardían en llamas junto con un puñado de mis misterios
sin resolver, Vomité las barbaridades que se clavaban en los nervios que
duermen en mi estomago.
Hoy
ya no es ayer, y volví a necesitar de ti, amigo. Hoy sentí que el mañana no va
a volver cuando mañana sea ayer, Cuando todo pasé, vendrás, cuando el dolor
haya cicatrizado, y mi alma descubra que no estuviste cuando debiste estar.
Para entonces, es posible que yo no sea quien debo ser. El ayer caerá en el
olvido, y el futuro será, para mí, volver a sentir vacío el hueco en que ayer
hubo, sangre, vísceras y un corazón latiendo al ritmo de la felicidad. Hoy ya
no es ayer, pero la pena me llena el estomago y me quita las ganas de comer
porque ya no formas parte de este minuto que ha pasado desde la última vez que
te eché de menos.
¿Cuántas
veces me pregunté que sería de ti, amigo? ¿Cuántas veces deseé volver a
recorrer contigo el camino de la vida? ¿Cuántas veces maldeciré nuestra mala
suerte? ¿Cuántas veces bendecí tu fortuna, en otro tiempo mía? ¿Cuántas veces,
cuantas? ¡Cuántas! Hoy te eché de menos, y tú por desgracia para mi espalda, no
estuviste ahí para elevar mi mochila, mientras subía los peldaños de esta
longeva y eterna escalera. ¿Dónde estarás? ¿Por qué camino de piedras vagabas?
Todo era más fácil cuando los dos tirábamos de las riendas de las decisiones
establecidas por la sociedad. Mientras repartíamos el peso, sonreíamos,
bromeábamos. El sol nos daba en la cara y sentíamos como sentíamos porque una
mirada nos valía para saber lo que pensábamos.
Te
imagino ahondando en otros lares, descubriendo nuevos caracteres. Te imagino
sonriendo en brazos de mujeres que también me enamoran a mi, te imagino rodeado
de éxito. Te imagino guardando en cajas cada uno de los libros de cuentos que
escribimos juntos, clasificándolos por años, por géneros literarios, por artes,
por dramas, por ensayos. Recuerdo del noventa y seis, reza la etiqueta de la
última caja que soñé que colocabas en las estanterías del trastero de los
momentos vividos. Te imagino recordando, te imagino imaginando donde estará el
tiempo, y porque ya no estamos y nos empeñamos en pensar que no se ha acabado
cuando la realidad es nos sentimos como dos extraños.
La
pena y el desconsuelo, son hoy mis dos compañeros de piso. La soledad y la
tristeza se convirtieron en amantes huidizas en mi cama. Las lágrimas fueron
grafitis en la explanada del tiempo y mientras, yo clamo al cielo la clemencia
que merece un injusto condenado a muerte. El drama se cebó conmigo, y yo no
hago más que echarte de menos amigo. El rojo pasión se convirtió en fuego y
arrasó vidas nonatas. Juveniles sueños se diluyeron en el café amargo y mi
voluntad parió miedo. Bebí del pequeño frasco de veneno del odio.
Quizás
te expulsé yo, amigo. Quizás te abrí la puerta para que la cerrases por fuera,
y ahora fruto del arrepentimiento, te añoré como a quien se le antoja un último
beso de despedida y es negado porque todo tiene un final igual que tiene un
punto de partida. Aun así te echo de menos mi hermano, mi amigo. Ven a buscarme
cuando te canses de tu camino, porque aún no comencé a andar el mio. Te echo de
menos, tanto que cuando vuelvas, o cuando te encuentre, lo más probable es que
seamos dos desconocidos, y entonces tendremos que volver al punto de partida.
Cincos dobles y saldremos a la casilla de salida. Tomaremos la barra de un bar,
y nos sentaremos en las altas banquetas verdes, y allí diseccionaremos momentos
y vidas. Beberemos tanto que el ácido de nuestras lágrimas quemará nuestras
mejillas. Las dejaremos correr hasta el corazón, para que la cicatriz quedé
cerca de donde reside el sentimiento y sepamos mirando hacía arriba cual es el
camino hasta la razón. Lo que si sé seguro, es que por nada en este mundo, ni tú ni yo, nos guardamos rencor.
Hoy
te eché de menos amigo.
Hoy
te eché de menos,
aunque
espero que vuelvas
a mi
lado, a sentarte conmigo,
porque
ayer te eché de más,
y hoy
me ahogó
a
manos llenas el olvido.
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