Ahora que el mundo se nos
acaba, o eso al menos predijeron los Mayas, Nostradamus, y otros tantos
visionarios más entre los cuales incluyo a mi vecino del segundo. Ahora que
todos los periódicos dicen que los políticos siguen robando y que el paro no baja
y que las noticias no hablan de nosotros mas allá de las tasas del paro, de la
deuda pública y el rescate financiero, nosotros giramos la cabeza a otro lado y
yo, por mi parte no voy a ser menos, meto la cabeza (la de arriba) en mis
vivencias y las cosas que me quedan por hacer.
Esto de vivir no ha estado
mal. Lo he hecho placenteramente, no se puede decir que haya sido
triste ni desdichado, algunos de ustedes eso sí pensaréis que he sido un poquito desgraciado (los que me leéis por herir mi ego no se si con la cara llena de babas de envidia). Eso si, no seáis peyorativos que me jode,
que estos diez escasos días que nos quedan hay que tomárselos con sorna. Cuando
veáis mi ataúd pasar por delante de vuestra puerta, en ese momento podréis
esbozar una sonrisa o derramar alguna lágrima. Si lloráis que sea de tristeza,
habréis perdido a uno de vuestros peores enemigos. Pero no porque haya sido terroríficamente
malo con ustedes, sino porque he pasado de las afiladas críticas como de meterme una barra de
acero ardiendo por cualquier zona erógena de nuestro pálido cuerpo.
Creo que tampoco hubiese
estado demás, haber sido un poco más arriesgado. Lo reconozco, me gusta la vida
cómoda. Todo lo que sea disfrutar de un buen yantar, de mover el paladar, de
beber y de cantar, y alguna cosa mas de la primera conjugacion verbal, me atrae. La vida ha estado llena de buenos momentos, y
seguro que alguno de ellos lo he vivido contigo. Conversaciones alrededor del
puchero de mi madre. Todos los que los habéis catado sabéis de que hablo. He
conocido auténticas bestias feroces en esas mesas redondas, he descubierto
amistades igual que algunas se atragantaron y las perdí. Ese puntito
melodramático que tiene la vida cuando uno come. A veces corremos el riesgo de
morir atragantados por el pelo de una gamba, pero no nos morimos cuando nos
disponemos a destrozar un alma. Lo más probable es que sea la que está ausente
en la mesa. Pobrecillo. La ausencia es la culpable de las críticas.
Ahora que se acaba el
mundo, reconozco que he tenido experiencias un tanto extrañas. He sido
conservador, pero un poco canalla o macarra, eso si, siempre desde mi punto de
vista. Mi madre siempre me ha calificado como "una mosquita muerta".
Ahí madre, creo que se ha confundido siempre, para empezar en mi documento de
identidad, el fabuloso estado español me ha denominado como varón pero no por
mis atributos, dones y mis dotes sino por esta glándula que me han dejado como
herencia genética entre las piernas y que seguramente sea mas grande que la
otra herencia que me van a dejar ustedes, porque a este paso que llevamos voy a
tener que pagar la letra que aún deben del televisor en blanco y negro que se
compraron cuando iban a casarse. Maldita ciencia, podías avanzar y darme un
buen pene para metérselo por el culo a todos aquellos que en este tiempo me lo
han dado a mi, empezando por aquel que me quitaba el bocadillo en el recreo, a
los profesores que me fueron suspendiendo a medida que los cursos pasaban, y
ahora trasponiéndolo a los maravillosos gobernantes que tenemos en esta
península y como olvidarme de ese jefe cabrón que se empeña en amargarme el día
a día, a veces el fin de semana también y por supuesto acordarme de alguna que
otra señorita de compañía que he conocido. Gracias por no cobrarme los
servicios, y por hacerme creer en el eslogan de El Corte Inglés, si no está
satisfecho le devolvemos su dinero. Es lo mínimo después de comprobar su
multiorgámisca personalidad.
Vuelvo a las deudas
porque eso posiblemente sea lo mejor que me vaya a quedar pero cuando se
mueran, si es que al final todos estos profetas de lo absurdo se confunden, que
no tengo yo tan claro que acierten. En este tiempo, he vivido la mitad de la
transición española sin ser consciente de ello, una crisis económica y otra de
personalidad, ambas marcaron mi infancia y de todas salimos a flote, de mejor o
peor manera pero siempre remando contracorriente y siendo mas contras que
corrientes, éramos la sociedad de los salmones. Más tarde si; he visto que
dentro de este país crecía otro germen, el del consumismo, pero no por gastar
más de lo que tenemos, que eso también sino porque ahora se han empeñado que
con su mismo sueldo intente pagar todo lo que se van inventando unos señores de corbata y que van
a trabajar bajo la carpa del circo del Congreso de los Diputados, en la puerta
les esperan dos leones que tienen los huevos mas grandes que todos los que
dentro, en teoría, discuten por mejorar el país, pero cabrones, ¿no os dais
cuenta de la que estáis liando? Conozco presidentes de comunidades de vecinos,
infinitamente más capacitados que ustedes. Ellos al menos únicamente se dignan
a robarme la sal cuando vienen a pedírmela a casa, pero ustedes, me están
quitando la vida a base de subir el IVA y el IRPF, a base de meter la mano en los
cajones donde se caen los billetes grandes. Digo yo que se podrían subir la
corbata hasta que la cabeza se les ponga del mismo color que esas mantas de
quinientos que se llevan en fajos de diez en diez.
Ahora que se acaba el mundo
es de bien nacido ser agradecido y por ello he de reconocer que he hecho poco y
mal el amor, que siempre he sido más de follar, que me he complacido mas veces
a mi mismo de las que me han complacido a mi y que me hubiese gustado conocer a
diez o doce mujeres más de las que en mi cama han dormido o yacido porque ni yo
he sido buen amante, ni ellas supieron sacarme todo el partido que me hubiesen
podido sacar sino me hubiesen permitido quedarme dormido. Seguramente ellas
piensen lo mismo, soy un cabrón, lo sé, aunque no os diré lo siento
porque vosotras os dejasteis la basura en casa cuando os ibais. Como podéis ver
soy más de pequeños detalles que de grandes pechos, aunque hay ciertas cosas
que están muy bien. Quizá me hayan faltado un par de sueños por cumplir pero
bueno, seguramente he realizado más de los que muchos de vosotros podéis
imaginar, y mi imaginación va más rápido, os lo garantizo.
Es momento también para
confesar mis infidelidades. Las vuestras y las mías. No sé si habrán sido más
las de un lado que las de otro pero a mi me pone frenéticamente cachondo saber
que lo estoy haciendo mal, desear a la mujer de mi mejor amigo, y parar el
ascensor cuando subo con mi vecina a casa, para abatirla con una de mis armas.
Las vuestras probablemente hayan sido incómodas despedidas en el asiento de
atrás de un coche, o bajo la lluvia en mitad de la noche. Sois tan típicas que
ardo en deseos en enseñaros a dar una buena cornada, a veces de dos
trayectorias y a escasos seis centímetros de un orificio al otro. En fin que
ahora que este planeta finaliza su ciclo, este será otro de mis deseos por
cumplir.
Ahora que el mundo se
acaba, me caeré de la cama porque siempre he soñado mas dormido que despierto.
El parte de lesiones será parecido, aunque poco importa ya lo que nos pase.
Poco importan los que pasan hambre, los que duermen en los portales. Poco
importa, la educación o el respeto. O la sanidad y los enfermos. Poco importa
porque para ellos, pase lo que pase, nos dan por muertos, aunque algunos pocos
nos empeñaremos en seguir viviendo. Me cago en Nostradamus y en los Mayas, y en
los payasos del Congreso. Me cago en los que aún seguís durmiendo cuando el
país nos lo están robando y el mundo se está muriendo, al menos espero que os
estéis poniendo los cuernos.
Hay lugares donde escapamos sin necesidad de movernos del sitio, este pretende ser uno de ellos. Disfruten de su estancia y sientan las palabras.
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Miedos e Incertidumbres
El tiempo hace tiempo que dejó de dormir en un reloj, el reloj no detiene el control, ni el talento, ni el tiento… No distingo entre el bi...
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Díselo tú… Aunque ella solo quiere bailar, y no se de cuenta que sus pasos ya no son suyos sino de esa música que suena y sueña sin parar....
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