lunes, 10 de diciembre de 2012

Ahora que se acaba el mundo

            Ahora que el mundo se nos acaba, o eso al menos predijeron los Mayas, Nostradamus, y otros tantos visionarios más entre los cuales incluyo a mi vecino del segundo. Ahora que todos los periódicos dicen que los políticos siguen robando y que el paro no baja y que las noticias no hablan de nosotros mas allá de las tasas del paro, de la deuda pública y el rescate financiero, nosotros giramos la cabeza a otro lado y yo, por mi parte no voy a ser menos, meto la cabeza (la de arriba) en mis vivencias y las cosas que me quedan por hacer.

            Esto de vivir no ha estado mal. Lo he hecho placenteramente, no se puede decir que haya sido triste ni desdichado, algunos de ustedes eso sí pensaréis que he sido un poquito desgraciado (los que me leéis por herir mi ego no se si con la cara llena de babas de envidia). Eso si, no seáis peyorativos que me jode, que estos diez escasos días que nos quedan hay que tomárselos con sorna. Cuando veáis mi ataúd pasar por delante de vuestra puerta, en ese momento podréis esbozar una sonrisa o derramar alguna lágrima. Si lloráis que sea de tristeza, habréis perdido a uno de vuestros peores enemigos. Pero no porque haya sido terroríficamente malo con ustedes, sino porque he pasado de las afiladas críticas como de meterme una barra de acero ardiendo por cualquier zona erógena de nuestro pálido cuerpo.

            Creo que tampoco hubiese estado demás, haber sido un poco más arriesgado. Lo reconozco, me gusta la vida cómoda. Todo lo que sea disfrutar de un buen yantar, de mover el paladar, de beber y de cantar, y alguna cosa mas de la primera conjugacion verbal, me atrae. La vida ha estado llena de buenos momentos, y seguro que alguno de ellos lo he vivido contigo. Conversaciones alrededor del puchero de mi madre. Todos los que los habéis catado sabéis de que hablo. He conocido auténticas bestias feroces en esas mesas redondas, he descubierto amistades igual que algunas se atragantaron y las perdí. Ese puntito melodramático que tiene la vida cuando uno come. A veces corremos el riesgo de morir atragantados por el pelo de una gamba, pero no nos morimos cuando nos disponemos a destrozar un alma. Lo más probable es que sea la que está ausente en la mesa. Pobrecillo. La ausencia es la culpable de las críticas.

            Ahora que se acaba el mundo, reconozco que he tenido experiencias un tanto extrañas. He sido conservador, pero un poco canalla o macarra, eso si, siempre desde mi punto de vista. Mi madre siempre me ha calificado como "una mosquita muerta". Ahí madre, creo que se ha confundido siempre, para empezar en mi documento de identidad, el fabuloso estado español me ha denominado como varón pero no por mis atributos, dones y mis dotes sino por esta glándula que me han dejado como herencia genética entre las piernas y que seguramente sea mas grande que la otra herencia que me van a dejar ustedes, porque a este paso que llevamos voy a tener que pagar la letra que aún deben del televisor en blanco y negro que se compraron cuando iban a casarse. Maldita ciencia, podías avanzar y darme un buen pene para metérselo por el culo a todos aquellos que en este tiempo me lo han dado a mi, empezando por aquel que me quitaba el bocadillo en el recreo, a los profesores que me fueron suspendiendo a medida que los cursos pasaban, y ahora trasponiéndolo a los maravillosos gobernantes que tenemos en esta península y como olvidarme de ese jefe cabrón que se empeña en amargarme el día a día, a veces el fin de semana también y por supuesto acordarme de alguna que otra señorita de compañía que he conocido. Gracias por no cobrarme los servicios, y por hacerme creer en el eslogan de El Corte Inglés, si no está satisfecho le devolvemos su dinero. Es lo mínimo después de comprobar su multiorgámisca personalidad.

            Vuelvo a las deudas porque eso posiblemente sea lo mejor que me vaya a quedar pero cuando se mueran, si es que al final todos estos profetas de lo absurdo se confunden, que no tengo yo tan claro que acierten. En este tiempo, he vivido la mitad de la transición española sin ser consciente de ello, una crisis económica y otra de personalidad, ambas marcaron mi infancia y de todas salimos a flote, de mejor o peor manera pero siempre remando contracorriente y siendo mas contras que corrientes, éramos la sociedad de los salmones. Más tarde si; he visto que dentro de este país crecía otro germen, el del consumismo, pero no por gastar más de lo que tenemos, que eso también sino porque ahora se han empeñado que con su mismo sueldo intente pagar todo lo que se van inventando unos señores de corbata y que van a trabajar bajo la carpa del circo del Congreso de los Diputados, en la puerta les esperan dos leones que tienen los huevos mas grandes que todos los que dentro, en teoría, discuten por mejorar el país, pero cabrones, ¿no os dais cuenta de la que estáis liando? Conozco presidentes de comunidades de vecinos, infinitamente más capacitados que ustedes. Ellos al menos únicamente se dignan a robarme la sal cuando vienen a pedírmela a casa, pero ustedes, me están quitando la vida a base de subir el IVA y el IRPF, a base de meter la mano en los cajones donde se caen los billetes grandes. Digo yo que se podrían subir la corbata hasta que la cabeza se les ponga del mismo color que esas mantas de quinientos que se llevan en fajos de diez en diez.

            Ahora que se acaba el mundo es de bien nacido ser agradecido y por ello he de reconocer que he hecho poco y mal el amor, que siempre he sido más de follar, que me he complacido mas veces a mi mismo de las que me han complacido a mi y que me hubiese gustado conocer a diez o doce mujeres más de las que en mi cama han dormido o yacido porque ni yo he sido buen amante, ni ellas supieron sacarme todo el partido que me hubiesen podido sacar sino me hubiesen permitido quedarme dormido. Seguramente ellas piensen lo mismo, soy un cabrón, lo sé, aunque no os diré lo siento porque vosotras os dejasteis la basura en casa cuando os ibais. Como podéis ver soy más de pequeños detalles que de grandes pechos, aunque hay ciertas cosas que están muy bien. Quizá me hayan faltado un par de sueños por cumplir pero bueno, seguramente he realizado más de los que muchos de vosotros podéis imaginar, y mi imaginación va más rápido, os lo garantizo.

            Es momento también para confesar mis infidelidades. Las vuestras y las mías. No sé si habrán sido más las de un lado que las de otro pero a mi me pone frenéticamente cachondo saber que lo estoy haciendo mal, desear a la mujer de mi mejor amigo, y parar el ascensor cuando subo con mi vecina a casa, para abatirla con una de mis armas. Las vuestras probablemente hayan sido incómodas despedidas en el asiento de atrás de un coche, o bajo la lluvia en mitad de la noche. Sois tan típicas que ardo en deseos en enseñaros a dar una buena cornada, a veces de dos trayectorias y a escasos seis centímetros de un orificio al otro. En fin que ahora que este planeta finaliza su ciclo, este será otro de mis deseos por cumplir.

            Ahora que el mundo se acaba, me caeré de la cama porque siempre he soñado mas dormido que despierto. El parte de lesiones será parecido, aunque poco importa ya lo que nos pase. Poco importan los que pasan hambre, los que duermen en los portales. Poco importa, la educación o el respeto. O la sanidad y los enfermos. Poco importa porque para ellos, pase lo que pase, nos dan por muertos, aunque algunos pocos nos empeñaremos en seguir viviendo. Me cago en Nostradamus y en los Mayas, y en los payasos del Congreso. Me cago en los que aún seguís durmiendo cuando el país nos lo están robando y el mundo se está muriendo, al menos espero que os estéis poniendo los cuernos.

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