Me convertí en una excusa
perfecta. Me disfracé de pretexto imperfecto para convertir sus deseos en
realidad. No me negué nunca la realidad de mi situación, no oculte nada, y ese
fue mi error nuevamente. Está visto que el mundo no está preparado para mirar
frente a frente a los ojos de la sinceridad. Está claro que no tenía ganas de
ser real. Y lo entiendo, no me achico. Es lógico y licito. Es normal, y juraría
que hasta místico. Las cosas son así y nosotros seres maleables como una bola
de arcilla. Tendríamos que estar preparados para poner en la cabeza nuestros
pies y viceversa. A veces me planteo el porqué Dios no nos diseñó de otra
forma, me pregunto porque no nos programó de otra manera. A veces pienso que el
corazón es quien está más preparado para ocupar el hueco donde se aloja el
cerebro, porque se pasa más tiempo ahí arriba que en el mismo pecho. Si,
se siente, es así. Es Dios, es Todopoderoso, y como todos los seres con poder
es vengativo. Por extensión, nosotros también somos así. A su imagen y
semejanza era, ¿no?
El mundo está como está,
sumido en una profunda depresión que nos arrastra con la misma fuerza con la
que el agua desborda el cauce de los ríos por la lluvia caída tras nuestras
apenadas lágrimas, arrasando todo lo que coge a su paso por las ciudades, por
las personas, por sus corazones y sus sentimientos. Utilizamos todo lo que
podemos del prójimo. Estrujamos a menudo la esponja hasta dejarla vacía de
humanidad, y cuando en lugar de acariciarnos suavemente pasa rasparnos la piel,
decidimos que la solución es tirarla a la basura y empezar la otra historia similar
con un diferente protagonista que la anterior. En ese caso no seré yo. Yo soy
menos sentido y tú siempre serás tú, es tu genética, es tu herencia de sangre.
A fin de cuentas en eso consiste vivir, en ser uno más y que los demás se
queden atrás cuando ya no nos ofrezcan más. Porque aunque en ocasiones nos
duela, somos hijos de nuestros padres, y a pesar de mucho que se esfuercen, por
más que se empeñen y vendan todos sus bienes y sus males, nosotros repetiremos
sus errores. Serán iguales, seremos los mismos, pero con diferente forma y
color. Nos bañaremos en el perfume del fracaso. Dice un dicho que la muerte
huele a rosas, y el fracaso no debe de andar muy lejos.
Todos sabemos que el mundo
está trastornado desde hace poco, y cayeron al vertedero mas cercano tanto el
respeto, como la educación. Nosotros, nuestra generación tiene la culpa. Si, no
mires más allá. Somos tú y yo uno de ellos. Hoy el mundo se mantiene en el
alambre rezando sin fé por no caer aunque en cualquier instante puede ocurrir que la gravedad nos abandone. Podrían
alcanzarnos en cualquier momento esos cuatro frenéticos segundos de caída
irrefrenable al suelo porque otro como nosotros decidió que se había acabado y
arrancó la red que sustentaba nuestros sueños. La rajó por mitad para que los
babosos sueños quedasen prendidos de los hilos intentando agarrarse sin fuerza
para no llegar al suelo. Intentó que no se notase mucho, pero llegado el
momento, que tarde o temprano a todo el mundo nos llega, caemos rendidos al
veneno de la picadura mortal de las víboras que se mueven en las sombras silenciosas,
entre las hojas de los árboles caídas en el otoño que yacen en el suelo
esperando la descomposición. Así nos ocurrirá a nosotros cuando lleguemos
al frío ocre horizontal. Así con tiempo y lágrimas de otros seremos malvas
flores.
Antes de todo esto, nos
volveremos locos. Llenaremos los psiquiátricos y nos agotaremos en gritos
ahogados por camisas blancas que trataran de sujetar aun más si cabe unos
absurdos e inalcanzables sueños. Camisas de fuerza para las almas que más
carezcan de ella. Después de todo esto y un tratamiento a base de pastillas de
colores que irán a juego con zapatillas de goma de los enfermeros, quedarán
solo unos pocos. Quizá no sean los más fuertes, ni los más débiles y mucho
menos los más inteligentes. Si de algo podemos estar seguros es que no seremos
ni tú ni yo. Este guión está confeccionado a medida para que se elija a otros
actores con mejor apariencia. Porque nuestra sociedad, esa
en la que nos hemos criado y que apremia la ignorancia y el silencio, prefiere
todo aquello que entra por el ojo aunque sea una astilla o un tablero entero y nos
duela, a que el resto de los mortales podamos decir libremente lo que pensamos,
porque se busca una humanidad de seres flexionados que reflexionados, y más aún
si tienen callo por ser arrodillados, insolventes y sometidos al jefe, el que
manda. Normalmente es otro, otra.
En la mitad de sentimientos
ocurre igual que en la de razón porque ni tú, actriz de películas de serie B,
mujer de rasgos rasgados y corazón rajado, boca llena de propósitos con un
interés al cientocero por ciento sabes que es esto de ser sentimiento, lo
siento y acierto; y mucho menos iba a ser yo, con mi cara de intensidad baldía
y mis ganas de morir matando mientras al oído regalo poemas mitad míos y mitad
retos o desafíos. A veces mitad corazón y mitad agonía, incandescente locura la
mía. Me enciendo, me crezco, ilumino radiante y brillante, pero agoto, consumo
y mucho, tanto que tú siempre decides apagar la luz y dormir tranquila sinmigo. Entonces me alimento de los
silencios y de las ausencias. Entonces a mi alma se le ocurre pedir clemencia y
la noche se me hace eterna sin tú presencia, maldita impaciencia, maldita
conciencia.
Sucede que a veces las
emociones se quedan al otro lado de una barra de bar, nos emborrachamos con la
misma intención con la que a veces nos enamoramos, olvidar. A veces olvidar
quienes somos es el mejor ejercicio de encuentro con uno mismo, lo malo viene
si soñamos demasiado fuerte y nos despiertan tan de golpe que nos tiran
de la cama. Nos imaginamos, nos follamos, y a los diez minutos nos odiamos, y
lo hacemos así porque nos subestimamos y no nos reconocemos humanos, ni
nuestros propios hermanos.
A menudo, dejamos que el alcohol fluya más rápido
que el amor, y la sangre llega al corazón mezclada, no agitada, somos más Bond
que el Vesper Martini y menos románticos
que Veinte Poemas de Amor y Una Canción Desesperada, mas cocktail que infusión
entre las manos, aroma a fresas y calor. Ni las rubias son tontas, ni las
morenas lo son menos, los ingenuos somos quienes las admiramos a ambas, y nos
ciegan, nos deslumbran. Somos un género sin peligro de extinción, pero bebemos
nuestra parte de vida con más ansia que un Gin Tonic, a pesar que a ese combinado
alguien se preocupó de llamarlo amor. Sucede a menudo que la resaca trae
consigo vómitos, odios, y adiós, junto con un terrible dolor de cabeza que hace
insufrible nuestra contagiosa situación. Amar es la auténtica epidemia mundial. Por ello bostezamos aburridos, abrimos
los brazos en uve de victoria, pero nos sentimos perdedores.
Abrimos los ojos, y cerramos con llave la puerta del corazón. Otros heredaran
nuestro silencio, y nos reprocharán, no sin motivo, nuestra falta de valor.
Somos la generación X, la duda sin despejar en esta inhumana ecuación.