Ya
no quedan calles por las que correr, ni mares por los que nadar. Ya no quedan
muros que defender ni Dios Santo al que rezar. Ya no queda nada, nada. Ya no
queda nada, si tú a mi lado no estás. Aposté mis dos últimas monedas doradas
creyéndote caballo ganador, y aquí me hallo en el suelo, recogiendo las
lágrimas rotas, hundiéndome en el barro del perdedor, con el mentón hundido por
tu golpe al corazón. Fui a pecho descubierto, valiente, seguro, convencido de
que probablemente, pronto, seríamos uno. Y no me equivoqué, esa es la lástima,
porque yo seguí siendo yo y tú, tú no quisiste hacerme tuyo.
Dicen
que sólo los tontos se enamoran, y sólo ahora, cuando amar no está de moda, y ni
los corazones pintados en las paredes decoran, nos agarramos a la fe y a la
esperanza de un quizás. Vendemos nuestra alma al diablo a la par que ese que se
hace llamar Dios nos hace sentir deshonra. La inconsciencia se defiende de la
soledad que dejó quien fue piedra preciosa en una cadena colgada del cuello y
grabada en el pecho dentro de un corazón. Ahora que la ausencia es nuestra
mejor compañera, la felicidad queda derramada en el suelo de baño. Los pies la
pisan, hace frío y siempre es invierno.
Quise
ser ese abrazo tan grande como la distancia que ahora nos separa. Quise ser el
rincón perdido donde se esconde una lágrima cuando no sabes donde dejarla para
que no se cruce con tu mirada. Quise ser quizás, y olvidé que soy el pasado que
jamás recordarás. Quise ser tu sombra y lo más cerca que lo fui, fue mientras
me arrodille a tus pies. Sigue tu camino, que yo surcaré los mares buscando los
tesoros que esconden otros destinos, otros mares profundos perdidos, paraísos
que jamás serán descubiertos para mis sentimientos. Te digo adiós esta vez, sin
esperar a que hayas venido. Cuando despiertes de tus fantasías te darás cuenta
de que mi lado lo llena el vacío. Te darás cuenta que era yo.
Perder
la inocencia a mis treinta, es como pedir clemencia, en lugar de pedir la
cuenta. Perder el mes de Abril es perder la primavera infinita que este año se
ha empeñado en vestirse de otoño gris, de hoja en el suelo y flores que no
llegan a abrir. Probablemente escalaré colinas más espectaculares que las
tuyas. Subiré montañas, descubriré paisajes desde otros rascacielos, descenderé
a infiernos de agua de pasión, de leche y miel, de besos y caricias calientes
por hacer, y tú probablemente seguirás con tu quiero y no puedo, con tu te quiero,
pero lo siento.
Y
aquí me seguiré quedando, a llorar mis lágrimas de piedra, jugando a ser la
fragilidad de un cristal recién soplado. Aquí me quedaré soñando con que estoy
olvidando el veneno de unos besos que me robaron algo más que mi dignidad. Se
llevaron mi verdad. Y aquí seguiré soñando, mientras siga ahogando mis deseos
en whisky tiñendo de ocre una copa de cristal, con el hielo deshecho y el
pasado por lamentar, por el aliento del último suspiro que me queda por dar.
Maldigo
la hora en que tus agujas en punto me clavaste. Inesperada llegaste, en secreto
te alineaste, y a voces te marchaste, dejándome en los labios tatuados la
palabra adiós. Contigo pagué todas las deudas pendientes de amor. Tú vengaste
al resto de mis amantes de ocasión, robaste mi falta de sinceridad, y
destapaste mi escaso compromiso, mientras la ironía saltaba de edificio en
edificio. Entonces el frío se apoderó de mis brazos y de ese sentimiento donde
antes guardaba el alma. El verano se olvidó el calor y el Sol me dio la espalda
para marcharse en silencio y con calma, para alejarse sin decir adiós y dejando
sin hacer la cama. Te llevaste la razón a cero por ciento de interés. Te llevaste el corazón no olvides devolvermelo arreglado antes de final de mes.
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