sábado, 20 de abril de 2013

A cero por ciento de interés



Ya no quedan calles por las que correr, ni mares por los que nadar. Ya no quedan muros que defender ni Dios Santo al que rezar. Ya no queda nada, nada. Ya no queda nada, si tú a mi lado no estás. Aposté mis dos últimas monedas doradas creyéndote caballo ganador, y aquí me hallo en el suelo, recogiendo las lágrimas rotas, hundiéndome en el barro del perdedor, con el mentón hundido por tu golpe al corazón. Fui a pecho descubierto, valiente, seguro, convencido de que probablemente, pronto, seríamos uno. Y no me equivoqué, esa es la lástima, porque yo seguí siendo yo y tú, tú no quisiste hacerme tuyo.

Dicen que sólo los tontos se enamoran, y sólo ahora, cuando amar no está de moda, y ni los corazones pintados en las paredes decoran, nos agarramos a la fe y a la esperanza de un quizás. Vendemos nuestra alma al diablo a la par que ese que se hace llamar Dios nos hace sentir deshonra. La inconsciencia se defiende de la soledad que dejó quien fue piedra preciosa en una cadena colgada del cuello y grabada en el pecho dentro de un corazón. Ahora que la ausencia es nuestra mejor compañera, la felicidad queda derramada en el suelo de baño. Los pies la pisan, hace frío y siempre es invierno.

Quise ser ese abrazo tan grande como la distancia que ahora nos separa. Quise ser el rincón perdido donde se esconde una lágrima cuando no sabes donde dejarla para que no se cruce con tu mirada. Quise ser quizás, y olvidé que soy el pasado que jamás recordarás. Quise ser tu sombra y lo más cerca que lo fui, fue mientras me arrodille a tus pies. Sigue tu camino, que yo surcaré los mares buscando los tesoros que esconden otros destinos, otros mares profundos perdidos, paraísos que jamás serán descubiertos para mis sentimientos. Te digo adiós esta vez, sin esperar a que hayas venido. Cuando despiertes de tus fantasías te darás cuenta de que mi lado lo llena el vacío. Te darás cuenta que era yo.

Perder la inocencia a mis treinta, es como pedir clemencia, en lugar de pedir la cuenta. Perder el mes de Abril es perder la primavera infinita que este año se ha empeñado en vestirse de otoño gris, de hoja en el suelo y flores que no llegan a abrir. Probablemente escalaré colinas más espectaculares que las tuyas. Subiré montañas, descubriré paisajes desde otros rascacielos, descenderé a infiernos de agua de pasión, de leche y miel, de besos y caricias calientes por hacer, y tú probablemente seguirás con tu quiero y no puedo, con tu te quiero, pero lo siento.

Y aquí me seguiré quedando, a llorar mis lágrimas de piedra, jugando a ser la fragilidad de un cristal recién soplado. Aquí me quedaré soñando con que estoy olvidando el veneno de unos besos que me robaron algo más que mi dignidad. Se llevaron mi verdad. Y aquí seguiré soñando, mientras siga ahogando mis deseos en whisky tiñendo de ocre una copa de cristal, con el hielo deshecho y el pasado por lamentar, por el aliento del último suspiro que me queda por dar.

Maldigo la hora en que tus agujas en punto me clavaste. Inesperada llegaste, en secreto te alineaste, y a voces te marchaste, dejándome en los labios tatuados la palabra adiós. Contigo pagué todas las deudas pendientes de amor. Tú vengaste al resto de mis amantes de ocasión, robaste mi falta de sinceridad, y destapaste mi escaso compromiso, mientras la ironía saltaba de edificio en edificio. Entonces el frío se apoderó de mis brazos y de ese sentimiento donde antes guardaba el alma. El verano se olvidó el calor y el Sol me dio la espalda para marcharse en silencio y con calma, para alejarse sin decir adiós y dejando sin hacer la cama. Te llevaste la razón a cero por ciento de interés. Te llevaste el corazón no olvides devolvermelo arreglado antes de final de mes.

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