miércoles, 24 de abril de 2013

Generación X



Me convertí en una excusa perfecta. Me disfracé de pretexto imperfecto para convertir sus deseos en realidad. No me negué nunca la realidad de mi situación, no oculte nada, y ese fue mi error nuevamente. Está visto que el mundo no está preparado para mirar frente a frente a los ojos de la sinceridad. Está claro que no tenía ganas de ser real. Y lo entiendo, no me achico. Es lógico y licito. Es normal, y juraría que hasta místico. Las cosas son así y nosotros seres maleables como una bola de arcilla. Tendríamos que estar preparados para poner en la cabeza nuestros pies y viceversa. A veces me planteo el porqué Dios no nos diseñó de otra forma, me pregunto porque no nos programó de otra manera. A veces pienso que el corazón es quien está más preparado para ocupar el hueco donde se aloja el cerebro, porque se pasa más tiempo ahí arriba que en el mismo pecho. Si, se siente, es así. Es Dios, es Todopoderoso, y como todos los seres con poder es vengativo. Por extensión, nosotros también somos así. A su imagen y semejanza era, ¿no?

El mundo está como está, sumido en una profunda depresión que nos arrastra con la misma fuerza con la que el agua desborda el cauce de los ríos por la lluvia caída tras nuestras apenadas lágrimas, arrasando todo lo que coge a su paso por las ciudades, por las personas, por sus corazones y sus sentimientos. Utilizamos todo lo que podemos del prójimo. Estrujamos a menudo la esponja hasta dejarla vacía de humanidad, y cuando en lugar de acariciarnos suavemente pasa rasparnos la piel, decidimos que la solución es tirarla a la basura y empezar la otra historia similar con un diferente protagonista que la anterior. En ese caso no seré yo. Yo soy menos sentido y tú siempre serás tú, es tu genética, es tu herencia de sangre. A fin de cuentas en eso consiste vivir, en ser uno más y que los demás se queden atrás cuando ya no nos ofrezcan más. Porque aunque en ocasiones nos duela, somos hijos de nuestros padres, y a pesar de mucho que se esfuercen, por más que se empeñen y vendan todos sus bienes y sus males, nosotros repetiremos sus errores. Serán iguales, seremos los mismos, pero con diferente forma y color. Nos bañaremos en el perfume del fracaso. Dice un dicho que la muerte huele a rosas, y el fracaso no debe de andar muy lejos.

Todos sabemos que el mundo está trastornado desde hace poco, y cayeron al vertedero mas cercano tanto el respeto, como la educación. Nosotros, nuestra generación tiene la culpa. Si, no mires más allá. Somos tú y yo uno de ellos. Hoy el mundo se mantiene en el alambre rezando sin fé por no caer aunque en cualquier instante puede ocurrir que la gravedad nos abandone. Podrían alcanzarnos en cualquier momento esos cuatro frenéticos segundos de caída irrefrenable al suelo porque otro como nosotros decidió que se había acabado y arrancó la red que sustentaba nuestros sueños. La rajó por mitad para que los babosos sueños quedasen prendidos de los hilos intentando agarrarse sin fuerza para no llegar al suelo. Intentó que no se notase mucho, pero llegado el momento, que tarde o temprano a todo el mundo nos llega, caemos rendidos al veneno de la picadura mortal de las víboras que se mueven en las sombras silenciosas, entre las hojas de los árboles caídas en el otoño que yacen en el suelo esperando la descomposición. Así nos ocurrirá a nosotros cuando lleguemos al frío ocre horizontal. Así con tiempo y lágrimas de otros seremos malvas flores.

Antes de todo esto, nos volveremos locos. Llenaremos los psiquiátricos y nos agotaremos en gritos ahogados por camisas blancas que trataran de sujetar aun más si cabe unos absurdos e inalcanzables sueños. Camisas de fuerza para las almas que más carezcan de ella. Después de todo esto y un tratamiento a base de pastillas de colores que irán a juego con zapatillas de goma de los enfermeros, quedarán solo unos pocos. Quizá no sean los más fuertes, ni los más débiles y mucho menos los más inteligentes. Si de algo podemos estar seguros es que no seremos ni tú ni yo. Este guión está confeccionado a medida para que se elija a otros actores con mejor apariencia. Porque nuestra sociedad, esa en la que nos hemos criado y que apremia la ignorancia y el silencio, prefiere todo aquello que entra por el ojo aunque sea una astilla o un tablero entero y nos duela, a que el resto de los mortales podamos decir libremente lo que pensamos, porque se busca una humanidad de seres flexionados que reflexionados, y más aún si tienen callo por ser arrodillados, insolventes y sometidos al jefe, el que manda. Normalmente es otro, otra.

En la mitad de sentimientos ocurre igual que en la de razón porque ni tú, actriz de películas de serie B, mujer de rasgos rasgados y corazón rajado, boca llena de propósitos con un interés al cientocero por ciento sabes que es esto de ser sentimiento, lo siento y acierto; y mucho menos iba a ser yo, con mi cara de intensidad baldía y mis ganas de morir matando mientras al oído regalo poemas mitad míos y mitad retos o desafíos. A veces mitad corazón y mitad agonía, incandescente locura la mía. Me enciendo, me crezco, ilumino radiante y brillante, pero agoto, consumo y mucho, tanto que tú siempre decides apagar la luz y dormir tranquila sinmigo. Entonces me alimento de los silencios y de las ausencias. Entonces a mi alma se le ocurre pedir clemencia y la noche se me hace eterna sin tú presencia, maldita impaciencia, maldita conciencia.

Sucede que a veces las emociones se quedan al otro lado de una barra de bar, nos emborrachamos con la misma intención con la que a veces nos enamoramos, olvidar. A veces olvidar quienes somos es el mejor ejercicio de encuentro con uno mismo, lo malo viene si soñamos demasiado fuerte y nos despiertan tan de golpe que nos tiran de la cama. Nos imaginamos, nos follamos, y a los diez minutos nos odiamos, y lo hacemos así porque nos subestimamos y no nos reconocemos humanos, ni nuestros propios hermanos. 

A menudo, dejamos que el alcohol fluya más rápido que el amor, y la sangre llega al corazón mezclada, no agitada, somos más Bond que el Vesper Martini y menos románticos que Veinte Poemas de Amor y Una Canción Desesperada, mas cocktail que infusión entre las manos, aroma a fresas y calor. Ni las rubias son tontas, ni las morenas lo son menos, los ingenuos somos quienes las admiramos a ambas, y nos ciegan, nos deslumbran. Somos un género sin peligro de extinción, pero bebemos nuestra parte de vida con más ansia que un Gin Tonic, a pesar que a ese combinado alguien se preocupó de llamarlo amor. Sucede a menudo que la resaca trae consigo vómitos, odios, y adiós, junto con un terrible dolor de cabeza que hace insufrible nuestra contagiosa situación. Amar es la auténtica epidemia mundial. Por ello bostezamos aburridos, abrimos los brazos en uve de victoria, pero nos sentimos perdedores. Abrimos los ojos, y cerramos con llave la puerta del corazón. Otros heredaran nuestro silencio, y nos reprocharán, no sin motivo, nuestra falta de valor. Somos la generación X, la duda sin despejar en esta inhumana ecuación.

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