viernes, 17 de noviembre de 2017

Mis demonios

Yo también tengo mis demonios. Esos que llegan y te arrastran a su infierno con intención que lo hagas tuyo. Los que te complican la existencia intentando hacerte creer que eres tú quién está confundido, los que tratan de hacerte pensar que no tienes que llevar razón nunca a pesar que no entienden que los sentimientos son de cada uno, más allá de si estamos equivocados y tenemos el derecho y la obligación de confundirnos siempre y cuando estemos dispuestos a aprender, a crecer y a seguir sin temor al odio y al rencor.

Tus demonios son aquellos que te dicen que no tienes derecho a juzgar a nadie, pero enjuician permanentemente cada uno de tus acciones, no te miran con los mismos ojos que tú a ellos. Normalmente sueles armarte de bondad y calma donde ellos viven anclados en el subjetivismo y el egoísmo.

Me armé de valor y me enfrenté cara a cara con ellos, les miré fijamente y les devolví a modo de tatuaje en el pecho la daga que intentaron clavarme un día, a pesar que previamente les había ofrecido la mano para levantarles del suelo, me volví contra ellos, fui uno de ellos. Son hijos de Belcebú, satánicos, y tiranos que no entenderán jamás la obligación del ser humano de ayudar a sus iguales, y más cuando el amor es real. Son fruto de mirarse el ombligo más que el alma. Mentiría si dijese que no me jodió, fue sólo un segundo, así fue pero al instante que sangré por los ojos dejó de doler. Alivio de luto, calma tensa en el corazón, malditos sentidos que despiertan sentimientos.

Así son ellos, demonios a fin y al cabo con sus complejos, con sus miedos y sus fobias. Diabólicos sinónimos. A fin de cuentas, ellos son el alter-ego de tus actos. Ellos son como tú y como yo.

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