martes, 4 de octubre de 2011

Y llegaste tú

Y así llegaste tú, camuflado en el desdén del niño descarado. Entre los gritos de jubilo y alegría; a los que sorprendiste la última tarde de verano que aún se adentraba en el mes de Octubre resistiendo a invernar durante otros nueve interminables meses, entre sus gélidos abrazos y sus floridos besos. Llegaste despistado, como si nada, sin darte la importancia que te mereces, entre gotas finas de lluvia y miradas bucólicas en los atardeceres de entretiempo.

Desde cualquier mirador de la colina más hermosa y recóndita de nuestros lugares preferidos de este país se te divisa. Y así nos vas cubriendo como el jersey, que ahora mismo cubre mi piel. Llegas igual de despeinado que un amanecer después de una noche haciendo el amor con una almohada inquieta que aún conserva el aroma de aquella amante dormida que se marchó para no volver. Así eres tú, eres un susurro imperceptible a cualquier oído, eres el minuto que no pasará sin mirar de nuevo los encantos de aquel femenino balcón, eres la inseguridad de una fría estación. Las bienvenidas nunca fueron mejores que las despedidas. Quizás no sean las más hermosas, pero son las que pintaste de colores ocres en tu lienzo en blanco, con trazos desiguales y aleatorios, sin orden, sin calcular donde está el trazo más auténtico de nuestras manos, sin saber que te quiero es el más hermoso de los que se han dicho.

Mis ojos se cubren con estas gafas de sol porque de vez en cuando entre las paredes que pusiste en el cielo se abre una ventana y deja pasar un haz de luz tan intenso como alegre y revoluciona todas mis fibras. Esa mentirosa iluminación nos desnuda y los virus nos abrazan como aquella pareja de enamorados que se desean antes de que llegue el anochecer. Irritable es el olor en nuestras pituitarias, y los papeles resecan nuestras pieles, porque a veces nos rozan. Otras nos cubren los pies espontáneos y no nos damos cuenta, o al menos intentamos no hacerlo, porque ello significa tantas cosas. Uno tras otro te repites en ruedas de flamenco, en tres por cuatro. Es indiscutible el compás de estos ciclos, la música es dueña de los sentimientos, y se adentra en todas las grietas donde hay vida, o al menos donde intenta respirar el tiempo. Así llegaste tú.

Ya sabes que cada día es mas corto, y así hasta que mueras en el umbral del frío mas intenso, y así se dormirá otro año para que después de la gestación de una mujer vuelvas a nacer una vez más. No pesarás mas de cuatro kilos. Nuestra próxima fiesta para cuando vuelvas será de bienvenida y las guirnaldas serán marrones, las cadenetas se prenderan entre hayas y encinas, y los almendros florecen para volver a despedirse cuando te vayas. Ellos siempre se irán antes que nosotros. siempre tuvieron el vicio de creerse los más bellos. Yo por mi parte me descalzaré y caminaré sobre esta alfombra cobriza que nos regalaste tras tu último viaje. Sentiré el gélido suelo bajo ella, y esperaré que una bella dama quiera desnudarme como tú hiciste con nuestra madre. Ella te será infiel al sur de sus caderas, mientras que con tu mirada te persigue y permite que le arranques las telas que la cubren el torso. Las mujeres siempre tuvieron esa astucia, fueron las señoras de la argucia, las mejores armas las tienen su cintura, sus aromas, sus cabellos, sus miradas rasgadas. Ellas fueron por lo general más amantes que amadas.

Y así llegaste tú. Así como despistado entre mis versos, entre la sutileza de las palabras, entre cómplices miradas, entre noches y mañanas de amor a la desesperada. Antes de que amanezca la primavera de tu torso sin ropa, antes de que mi mirada se clave en los cuadros de tu falda, antes de que mi imaginación abrase mis manos, dime que eres tú mi mejor amante. Dime que este mundo es el tuyo y el mío, dime que eres y seras siempre en mi corazón una de las partes más importantes. Dime que eres tú quien se quedó para ser brillo de diamante cuando recuerde a mi padre. Yo esperaré a que vuelvas inquieto como siempre lo hice, impaciente e impactante.

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