Al brillo, a la luz, al éxito y la fama
es fácil acostumbrarse.
Tiene buen gancho,
no necesita publicidad,
diluye cualquier interrogante.
Tiene tacto suave,
y un perfume de miel que atrapa.
La mirada seductora,
sin apenas abrir los ojos,
sin necesidad de usar filtros
que mezclen azules verdes o rojos
y un deje en la voz
a medio camino
entre la arena y la resaca,
a medio gas
entre la fatiga y el agotamiento.
Todos los focos
apuntan hacia ella.
Todos están pendientes de su próximo éxito,
solo esperan que como mínimo iguale
a su último “hit”.
Una nueva oportunidad para mostrar
que siempre está a la altura de dar
su mejor versión.
La fama está tan cansada de ser,
que sigue siendo famosa sin querer.
Despiadadamente reconocible,
indescifrablemente pública,
inesperadamente lúdica.
Todos hablan de ella sin conocerla,
con tantos argumentos que
creen conocer su vida,
y lo que generan es rabia e ira.
¿Cuál es la marca que distingue
entre llama e incendio?
Sueña con fundirse
entre humo y cenizas.
Quiere confundirte
para que no sepas distinguir
la realidad del sueño,
lo divino del infierno.
No muestra síntomas de debilidad,
pero la fragilidad forma parte
de su piel a punto de romperse
por las cicatrices
ya cosidas en mas de cien remiendos.
La fama no es amiga de llorar,
pero las lágrimas y la soledad
de estar sola entre tanta gente
le recuerdan que solo ella
sabe cual es su verdad.
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