martes, 22 de junio de 2010

Madrid

En la estación de los sueños rotos,
cambié mi rumbo
y me cruce contigo, Madrid.
Bella esencia de primavera,
aroma a barquillo en tus calles,
claveles y chulapos.
De jardines y palacios,
de museos y romances,
de edificios hermosos
que engañan a los amantes.

En el andén descubrí que te quiero,
en el andén me vi con el barquero,
navegando en el Retiro
y declarándote mi amor sincero,
en al andén te di la espalda
y me despedí con un beso primero
para decirte adiós, te quiero.

Recuerdos de la Plaza de Oriente,
aromas de la Plaza Mayor,
calamares y cervecitas frías
y la música de la estación.
La Puerta del Sol,
kilómetro cero de los años,
callejón sin salida
de los meses de Diciembre,
el oso y el madroño
y lanzan una sonrisa furtiva
mientras les dan de comer la gente.

Callao, esquina Preciados,
El Corte Inglés y tu cine
cada uno espera a un lado,
al fondo gira Gran Vía
y el arte se acumula
a cada paso andado,
teatros, títeres y melodías
que descubren estrellas
que jamás se han eclipsado.

Gran Vía camino abajo,
gente sin razas ni colores,
gente que esta llena de valores,
Gran Vía de Madrid,
tu cuerpo se desnuda
a los pies de la Cibeles,
alcaldesa de tu gente,
presidenta de tus calles.

Cibeles duerme tranquila
al cobijo del tridente de Neptuno,
que duerme al final del pasillo,
adornado de cuadros y figuras,
historias de días pasados,
historias de reyes
y herejes del destino,
de pintores reales y realistas
de ilustres costumbres costumbristas,
perfumadas del jardín botánico,
en el que las flores derramaron lágrimas
diez días antes de florecer.

Glorietas a emperadores,
puertas a ciudades vecinas,
tradiciones populares
y yo que me escondo en el Palacio Real,
siluetas de mármol y granito,
jardines de Sabatini,
aristocracia dormida en tus calles,
dentro de la Catedral de la Almudena.

Almas de gobiernos
que se creyeron triunfalistas
conducidos con manos regías y duras.
Sentido común demócrata
nacido de las manos
de los hijos de la dictadura,
el espíritu de una nación late
dentro de tus calles, Madrid,
el espíritu de libertad de la gente
el corazón de la sociedad
que disfruta de tu auténtica verdad,
la de los momentos felices vividos
y los sueños por cumplir
llenos de ojos brillantes de sinceridad.

Mi tren se aleja
más y más de ti, Madrid.
Promete acogerme entre tus brazos
cuando desee venir
a ver tus brillantes ojos,
disfrutar a sorbitos de ti,
a cantarte al oído
aquella canción que decía
"en Méjico se piensa mucho en ti".

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