domingo, 27 de junio de 2010

Maldita Cenicienta

Poco antes de las tres,
antes de que el Sol despertase,
ella se marchó
y no volví a saber más de ella
su carroza se disfrazó de calabaza
y me hizo creer que era Cenicienta.

Maldita Cenicienta,
reina de los espejismos de la noche,
moradora de los oasis del alba
donde las princesas desaparecen
y nos encontramos con las doncellas,
llenas de suciedad y sin almas,
denigradas al ultimo escalón
de esta absurda sociedad
reinada por falsos principes
que faltan a la verdad.

Ahora sé que no es así
porque sus manos
no estaban encalladas,
porque sus maneras
eran finas y elegantes.
Me mintió
desde el primer minuto en
que me conoció.
Intentó arrasar mi vida
como el huracán
que asola las ciudades,
las reduce a la mínima expresión.

Inocente de mí
en aquel momento la creí.
Torpe inocencia de juvenil,
anhelo de un amor añorado,
de la eternidad entre besos y caricias
de jugar corriendo entre las flores
en el Edén, descansar en su jardín.

Maldita Cenicienta,
entre sus sueños me envolviste
y me hiciste creer parte de ti,
entre tus sueños me envolviste
y me echaste de ellos
poco antes de llegar a dormir,
antes de llegar a ser uno
y encontrarme dentro de ti.

Me abrazó,
y me regaló un beso,
aunque hoy hubiese preferido
una puñalada por la espalda,
a estas horas
no me atormentaría
con su recuerdo,
no tendría su veneno
corriendo por dentro.

Desafío al tiempo a esperarla
eternamente sentado en esta silla,
ya me engañó con facilidad una vez,
ya me desnudó de noche y se marchó,
no tengo nada más que perder.
Que se apague la luz del corazón
es cuestión de tiempo,
pero me reprocharía el irme
un segundo antes del adecuado,
me descartaría de los malos recuerdos
que por su maldita culpa,
por una cosa u otra he pasado.

Maldita Cenicienta,
lágrimas de sal que derramé
desde que te marchaste,
lágrimas de sal que derramé
sobre las heridas de mi papel,
me escuecen las palabras,
la tinta se desprende de mi hoja
y desaparece tras tus recuerdos,
tras los sueños que empapé.

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