miércoles, 21 de abril de 2010

¿Dónde está mi corona?

¿Dónde está mi corona? La que un día me hizo dueño del inmenso reino de tu amor, la que descansaba en mi cabeza, con la que gobernaba tu corazón. Su brillo de luz de luna, sus piedras preciosas, ambicionan la verdad ahora, me echan de menos, añoran mis juicios de valores, me ubican lejos de tu espíritu.

¿Dónde está mi corona? La que colgaba de mi cabello, y la que ese lacayo admiraba. Ese al que descubrí que mirabas. Ese al que expulsé del reino, por querer arrebatarme tu corazón. Pero ya era tarde, mi discursito fue en vano... tu alma se esfumó con él. Recorrió centenas de kilómetros, y se disolvió de aquellas estancias. Desde ese día, tu rostro se tornó en gris. Aquella imagen de ilusión temprana y juvenil, dio paso a los llantos y las caras pálidas, pero ¿que podía hacer yo? No se puede pelear en balde, pero a pesar de todo lo intenté. Trate de refugiarme en la fuerza de mi espada, en mis artes y mis influencias, pero era imposible. Ya había perdido mi corona. A pesar de mi esfuerzo por tratar de recuperarla día a día perdía fuerza, día a día sus resplandecientes dorados sutilmente se convertían en alatonados colores. No lo conseguí.

Sé que durante mucho tiempo, mi tiranía fue absoluta. Sé que nunca he creído en la democracia del amor, que me gustaba más ese absolutismo con el que regía con mano firme el reino. Tantas cabezas he cortado, como piezas de ganado han muerto a mis pies montado a lomos de mi caballo, esa figura que me hacía mas dueño si cabe de todas aquellas ahora lejanas posesiones. Conseguí aguantar el régimen un tiempo pero el pueblo se me echó encima. El pueblo ahora es más sabio que el día que les dirigí a la libertad, a la tierra prometida para ellos, y hoy tras esas murallas sólo queda mi historia, la que un día gobernó aquel dulce reino. Abdique en ti, te cedí todas mis riquezas y marché... sólo paso a paso, resignado a ser un Rey sin reino, a ser un Rey sin Corte y sin plebeyos a los que escupir mis verdades, las reales, las que mandan. ¿Si o no?. Mis razones eran las autenticas verdades.

Pero en fin hoy vivo en lo alto de esta colina, ermitañamente ermitaño, sólo con mis recuerdos y con el brillo de tus ojos, con los sueños de lo que pudo ser y no fue. Imaginó que aquel joven lacayo volvería subido sobre el saco de huesos de su rocín, sin lustre alguno. Imaginó que será él quien sepa donde está mi corona. Pero aquel preciado metal que se ceñía a mi cabeza, me corresponde y un día volverá a mi. Un día me descubrirá de nuevo. Yo de momento aguardo pacientemente el pasar de los días, de las semanas y los meses. Me resigno a ceder, al menos de momento albergo esperanzas, de momento... he dicho. Mi bastón de mando guarda miles de secreto sólo descifrables por mi estirpe, por está familia por la que pelearé, por la continuidad de está dinastía... Espero no confundirme de nuevo, espero que mi decisión sea acertada y que vuestro reino se rinda de nuevo ante mi galantería, ante esta caballería que espera mi voz de mando, que reconozca mi superioridad... Todas las voces a uno... ¡Viva el Rey!

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