sábado, 17 de abril de 2010

La posada de las almas cansadas

Me duelen las entrañas,
y mi infatigable espíritu se detiene;
se sienta sobre una piedra a reposar
del infame pedregal de sentimientos
por el que caminamos oscilantemente.
Junto a nosotros
la posada de las almas cansadas.
Paralelo a nuestros astros,
entre la claridad y la penumbra
un patio de luces donde
se estrellan las cometas
que cruzan el calmado cielo
de olas y mareas,
de musas y princesas,
de ricos sueños esparcidos
adrede en aquella lejana mesa,
la que se oculta al fondo
como cuando los amantes se besan

Hallé la desidia escondida en el cajón
debajo de la camilla,
entre la maquina de coser corazones
y la cafetera de aromas y sinsabores,
amarga simiente en rama,
acidez en las palabras de tu alma,
ven por sentirme cerca... Y ama,
vuelve aunque seas terca
porque esta será nuestra última llama.
Recepciones de jazmines blancos,
maceteros de aromas a Mayo,
cal en las paredes de este patio
y aun quedan cuarenta días con sayo.
Piel sobre piel, se fruncen las ceños,
y nos agarramos las manos,
piel sobre piel, enarbolo los mantones de sueños,
y jugamos traviesos con los engaños.
Riquezas inocuas
de elixires afrutados,
ángeles vagando
por los infiernos inadecuados,
por los paraísos que se ocultan
entre lo real y lo imaginado,
donde todos somos todos
y sino somos, somos pasado.

Recuerdo de mi viaje
aquella hospedería barata.
Recuerdo de mi estancia
en la posada de las almas cansadas
el disfrute de los versos,
el discurrir de los sesos,
y las batallas a besos
donde nos sobran las espadas.
La habitación a un margen,
paredes con tez de nácar,
con las rejas de forja
y las macetas colgadas,
las flores adornan
las ilustres balconadas
con los claveles y las rosas
con el rocío en la mañana.

Sábanas de seda fina,
mármol de pelaje tardío
donde a pesar de las palabras
se cubre cada vez que llega el estío.
Aromas de luz y plata.
Desnudo mi torso y descubres
esta cruz de Caravaca
alojada en mi pecho
donde se refleja mi alma
donde descansan tus lágrimas.
Miras avergonzada
mi imagen risueña y bohemia,
y yo te desgarro las prendas
con el descaro de mi mirada,
te abrazo y no me dices nada,
te arropo con mi pecho
y acompasamos latidos al son
de nuestra balada.

Poco a poco te descubro,
y mis manos
dibujan corazones en tu espalda,
poco a poco te desnudo,
y mis dedos
que acarician tu melena rizada.
Te despojo de tus telas,
y descubro tus tesoros
entre las penumbras de las velas,
en los aromas prohibidos
y las melodías insomnes
de esta eterna madrugada.

Te agarro de la cintura,
te beso, con pasión con locura,
con egoísmo y sin cordura,
como si fuese mi último momento.
Me atusas el pelo y me despeinas.
Te atas a los nudos de mi cabello,
a horcajadas tus piernas
se encadenan a mis caderas.
Un millón de segundos,
y las penas del mundo se paran,
me tumbo en el nido que nos espera,
en el lecho de las rosas perfumadas,
y ahí continúa todo.
La magia del amor,
los arañazos en mi espalda
y tus pantalones vaqueros
junto el cabecero de la cama.

Entonces comienza nuestra coreografía,
el baile al son de los ritmos cardíacos,
las tensiones en nuestros músculos
en nuestros brazos, en tus muslos,
en mi abrazo cálido y desnudo.
Golpe a golpe nos agitamos
como las ramas del árbol
que golpean en el balcón de esta habitación
y pálidos e insolentes
nuestros cuerpos que se aman...
Rápidos y frecuentes
los gemidos que llaman
y prendemos fuego a estas sábanas.
La almohada que cae al suelo,
y estas telas que se arrugan,
nuestras miradas se asustan,
no te preocupes que llegamos al cielo
en un minúsculo segundo,
en un movimiento del mundo.

Todo acaba, como empieza,
nuestros cuerpos desnudos boca arriba,
sobre las pieles de la blanca cama,
y el aroma a azahar
que se cuela por las grietas de la ventana.
Y allí amanecimos,
a las claras de un día de Abril.
Y allí nos descubrimos
aunque poco a poco
despertásemos y degustásemos
que nuestro amor
sabe como esa noche sin fin,
como esa noche en
la posada de las almas cansadas,
paradisíaco lugar
para encontrarse consigo mismo,
con los valores de esta bohemia
que cada vez que no estás me arropa
y con esa mujer a quien de verdad amas,
aunque el injusto viento
me diga que me calle la boca.

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