jueves, 25 de agosto de 2011

La niña del vestido azul

Hoy la vi pasar.
Ella me miró de reojo
y su pensamiento se posó en mi.
Todas las palabras tenían
mi nombre grabado en el fondo.
Sus ojos se perdían
en el profundo de los mios
y el mundo se paró inconscientemente.
Sus ojos bohemios,
sus manos finas y suaves,
mis sueños adulterables
y del mismo modo fugaces.

El vestido azul se volvió loco,
la posesión de ese cuerpo
enojaba todo lo que envolvía,
y no se sentía cómodo
al cubrir tanta belleza.
Se electrificaban los sentidos,
el bello se erizaba
de verla caminar
entre los bosques de gentes
dentro de la ciudad del olvido.

Coqueta y soñadora como siempre,
respeta sus palabras, no las pierde.
Elegante escultura de carne y hueso.
Iconográfica imagen de acuarela
sobre el rugoso lienzo de mi piel
la sueño a mi lado
cada vez que llega el amanecer.
Difícil de creer,
pero está pasando
por delante de mi otra vez.

Su contoneo, su inaccesible vaivén,
sus fragancias, me hacen enloquecer.
Se pierde entre las sombras,
su silueta se pierde de nuevo,
dentro de otro vagón de tren.
Silencio que sueño,
con el azul eléctrico
que algún día me gustaría tener,
silencio que sueño,
porque tengo que creer
que puede ser.

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