Perdóname,
pero no soy quien nació 
para hacerte sonreír.
Las palmas de mis manos
están más frías de lo normal
y mis caricias 
encienden las heridas de la piel
en lugar de sanar.
Perdóname,
pero no encuentro las fuerzas
para levantarte cuando te caigas,
mi corazón late despacio
y sus caricias 
me indican que quizá 
no sea el momento
para hacer un sentimiento eterno.
Perdóname,
pero has de volar al siguiente árbol
y yo debo quedarme aquí, sereno...
Mis alas no tienen la fuerza suficiente
para guiarte en este largo recorrido.
No quiero manchar el blancor de tu alma,
no quiero hacerte daño,
eres quien menos lo merece.
Mi corazón es pequeño
y tú eres un gigante
que no conseguiré alcanzar
ni en el mejor de mis sueños.
Perdóname,
porque tu tiempo es tan valioso 
como el mayor de los tesoros
y yo no valgo ni tan siquiera
el candado que lo encierra
dentro de ese hermoso cofre.
Mi lugar no está entre tus rubíes
ni tus diamantes sin pulir,
y mucho menos entre las riquezas
que se encuentran alrededor de ti.
Mi destino es tan sólo vivir
y el tuyo es encontrar alguien 
que te entregue su mejor sonrisa
y que esté dispuesto a hacerte feliz.
Hay lugares donde escapamos sin necesidad de movernos del sitio, este pretende ser uno de ellos. Disfruten de su estancia y sientan las palabras.
sábado, 5 de febrero de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Luz de mi vida
Me quité la camiseta y al rozar tu piel supe que serías parte de mí para siempre, como yo lo sería de ti. Tus ojos rasgados, tu piel intacta...
- 
Se oye el rubor del mar de fondo. Las gaviotas aleteando al alba, el sol empezando a remontar la línea del horizonte y yo intentando recorda...
 - 
Me quité la camiseta y al rozar tu piel supe que serías parte de mí para siempre, como yo lo sería de ti. Tus ojos rasgados, tu piel intacta...
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario