domingo, 11 de septiembre de 2011

Viejo colchón

Desperté a las claras del día. Viento sopla y despeina los rizos de mi pelo. El suelo está frío y me duelen los resquicios por los que se escapan los sentimientos porque me voy desinflando poco a poco. Pierdo altura y el vértigo ahora es posarme con mi cuerpo en el suelo. Durante mucho tiempo el vuelo sin motor me trasladaba a cientos de kilómetros de la realidad, pero hoy me ha hecho volver aquí de nuevo.

De nuevo me trajo a esta incómoda silla, a su rechines mientras me muevo sobre ella, me encerró en esta buhardilla en la que entra un hilo de luz por un pequeño hueco que se abre para que el cielo sea dueño de todo este espacio. Por ese hueco, a veces se escapa el aire, otras en cambio, no entra el suficiente, húele a aromas antiguos, a recuerdos y a sublimes momentos. El colchón aún yace en el suelo, inerte, ausente, lleno de tus gemidos, saciado de mis deseos. Aún quedan momentos por vivir pero ya no serán conmigo, y mucho menos contigo.

Por el colchón han pasado los sueños de niño, corriendo por el patio de mi casa, jugando con el balón y rompiendo los geranios de mi abuelo. Han pasado esos que nunca vuelven, de los que nunca te acuerdas, los que dejan el regusto en los labios de querer continuar y deseas dormir para que vuelva esa sensación, pero nunca vuelve. Es lo malo de los sueños... que no estamos preparados para lo que pueda ocurrirnos. Todo se vuelve frágil, son hermosos como el cristal de Murano, pero son tan rebeldes como insurrectos. Todo acerca de ellos es poco. Los manantiales corren puros, pero si los tocamos pierden su pureza. A los sueños le ocurren lo mismo, si se fuerzan, nunca se cumplen.

Este colchón me ha visto crecer, ha tocado mis sentimientos. He llorado bocabajo sobre él, deseando un vacío eterno, buscando el ahogo de sus muelles que hoy se clavan en mi espalda mientras vuelvo a mirar al cielo y me imagino volando sobre el cielo, discurriendo entre constelaciones de estrellas, uniéndolas todas para hacerte un colgante con ellas, para que lo luzcas orgullosa, porque sobre esta cama, nada es imposible. Lo imposible es aquello donde la imaginación no alcanza. Sólo los genios consiguen alcanzar los sueños y hacerlos realidad.

Pero esto no es más que un colchón, y sus horas son de sueño y de amor; de sexo o de deseo; de alegría, de lamento y de reflexión, de frío o de calor. De todo menos de color. La monocromía es la princesa de la noche. La poligamia es la reina de los deseosos de amar. La psicología es la ciencia mas difusa que te puedas encontrar, porque es ella la que te hace que te llegues a encontrar. El colchón sigue durmiendo y yo sobre el, empiezo a desvariar. Todo es parte de una cadena que debe continuar.

Todo esto no ha hecho mas que comenzar, cuando a las claras del día el colchón se adueña de tu subconsciente y te dice que ese es el momento de soñar. Es el momento en que hay que dejarse llevar. Y tú despavorido piensas que es la hora en la que hay que levantar, y entonces tu subconsciente pierde el sentido por un segundo y tu te somentes, y el viejo colchón te abraza, y sus muelles se contraen deseosos por ver que pasará.

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