miércoles, 2 de noviembre de 2011

La libélula

La sombra de una libélula
se mezcla sin vergüenza
con los floridos lirios al amanecer.
Baila al compás de la espera,
y su zumbido quiere ser eterno.

Flota cruelmente hermosa
y vagabunda por el mundo.
Flota como esa dama que lleva
sus besos de boca en boca,
flota porque tiene su alma rota.

Los primeros rayos de luz
desperezan sus ojos.
Los primeros rayos de luz
calientan mas que si besas
por el mero hecho de besar.

La libélula se posa eterna,
se sabe dueña de la naturaleza,
se siente dueña de la única idea
que se cruza por tu cabeza,
se desnuda libre en mi azotea.

El sol corona el día,
y su calor no aprieta como debiera.
La libélula se olvido de cantar,
una extraña afonía llegó a su voz,
la oda a la libertad quedó enmudecida.

Es el placer de nacer,
es el orgullo de morir
sin que nada nos quede que decir,
con la sensación de haberlo hecho todo
antes de llegar al momento de partir.

La libélula se enmaraña en mi pelo,
a través de mis oídos entra en mi
y se humaniza, se eterniza en mi mirada,
se tatúa en mi piel antes que escape
la palabra que un día fue la adecuada,
para ahora convertirse en la equivocada.

Adiós hasta mañana...
La sombra de la libélula
se esconde entre mi piel y mi alma,
mi sombra se refleja en el suelo
y no tiene silueta humana,
tiene un par de alas largas.

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