miércoles, 16 de noviembre de 2011

Mi vieja morada

No quiero nada de ti.
No quiero palabras bonitas
ni besos antes de amanecer,
llegaste tarde al abrazo
que se da a las seis y veintiséis.

Entre sábanas frías,
entre los ecos de los gemidos
recorro tu sombra
que aún se halla bajo mi cama,
la que dejaste una noche vacía.

Mi puerta está cerrada,
y la llave por dentro girada,
para que cuando vuelvas
no puedas entrar ni llamar al corazón.
Cerré el hueco del ventanal
que dejé abierto con tu marcha
de esta mi vieja morada.

Después de despistar pensamientos
y encontrar un nuevo aliento,
te chocas conmigo
en el refugio absoluto de los sueños
en las noches largas de invierno,
en el hueco que dejaste en el armario.

Entre reproches y celos
se que descubrí los sentimientos,
casi sin querer reconocerlos,
nos los encontramos
y ahí están, son ellos,
los mismos que se excusaron
con la resaca de tus miedos.

Más de mil veces lo pensé,
más de mil veces lo intenté,
y entre el ruido y el vacío,
así casi sin querer, lo olvidé,
no encontré lo que quiero,
sólo tengo seguro que al final muero.

Ahora es tarde para echarte de más,
porque ya no te echo de menos.
Ahora es tarde para entender
que para cruzar mares de sentimientos
hace falta la ayuda de tus besos
que me hacen avanzar como remos.

Mi casa vacía, mi vieja morada
la que antes era tuya
y ahora ya doy por olvidada,
porque más que esta noche a oscuras
prefiero las mañanas iluminadas
con la luz de mis sentimientos,
con mi mirada como la del niño,
sinceramente emocionada.

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