Al despertar ya era de día.
Nos miramos en el espejo
y no nos reconocimos.
Habíamos crecido.
El mundo que conocíamos 
cómo nuestra casa 
ya no era tal,
era la prisa y el desconcierto,
la responsabilidad y la obligación.
Soñábamos con permanecer siendo niños,
tirando piedras a las palomas,
sin pretender más que asustarlas.
Seguir aislados de todo 
cuanto tenía que ver con ser adulto.
Seguir leyendo las historias de Barco de Vapor.
Preferíamos aquella inocente despreocupación
a la soberanía popular o el consenso nacional.
Mis lágrimas no saben quién eres.
Prometí no hablarles nunca de ti.
No quería que te guardasen rencor por irte
No estabas de acuerdo con esto de crecer,
pero la naturaleza decidió por nosotros.
Y tú decidiste que ya estaba bien,
que seguir leyendo las noticias 
no llevaba a ningún lado.
Miraste a la calle desde nuestro balcón,
y dónde estaba nuestro descampado,
donde jugábamos a ser caballeros
ahora hay una zanja con cimientos
que también reclaman crecer.
Echamos la vista atras,
donde las ilusiones se quedaron dormidas
y la ficción se diluyó 
cómo el sueño que un buen día 
se cercioró que nunca se haría realidad.
Seguir siendo niños. 
Sólo queríamos ser eso.
Poesía a punto de nacer.
Luz que brilla justo antes
de otro inquieto amanecer 
Llanto de rabia
y risa contenida.
Azul y verde,
cielo, tierra y mar.
Nos echaremos de menos
cuando seamos viejos.
Probablemente no lleguemos juntos
pero viajaremos a lomos del mismo mundo.
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