miércoles, 6 de julio de 2011

Antártida

Hielo y frío,
frío y hielo
sólo encuentro eso...
Paz, calma y silencio,
Silencio, calma y paz
no le pido a mi Dios nada más.
El árido desierto de cristal
recorre tus llanuras
tus pieles estratégicamente
rasgadas para cubrir tus vergüenzas,
para que nadie descubra
entre su cama tu oculta belleza.

La luz rebota sin parar
de un lado a otro,
se escurre entre las paredes
de tus espejos translúcidos,
no le da tiempo a preguntarse
quién es quién,
porque vivimos tan deprisa
cómo la velocidad
se propaga por el espacio
por nuestro espacio,
donde deberíamos mirar
de arriba abajo,
contemplando tu silueta, despacio.

Antártida piedra preciosa,
magnética belleza de diamante,
imprevisible genialidad divina.
Tierra congelada en el suelo
y mis manos blancas del frío
tiemblan sin controlar
como un drogadicto sin heroína.
Arisca sonrisa forzada,
mirada fruncida y cansada,
ilusiones ópticas siderales.
Una nueva dimensión se genera,
una nueva sociedad sincera
la verdad única nos espera.

Tierra de exploradores,
expedidores de planos,
aventureros sin temores.
Frío, frío, sin colores.
Naciones unidas,
canciones sórdidas,
nunca entre tus brazos
nacieron corazones,
hasta que un día el hombre
consiguió abrazarte
y tu que le odiabas,
sin darte cuenta le amaste.

No deshagas el hielo,
no nos ahogues si tienes miedo,
no nos abandones
que la naturaleza blanca es tuya
y se pierde el color del fuego.
Agua que día tras día
esta más infernalmente fría,
icebergs de punta fina
y dureza tardía.
Antártida, no descubrirás la noche,
siempre serás parte de la luz de vida.

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