lunes, 18 de julio de 2011

Mi preciosa Soledad

La ermita estaba vacía. En el altar, yo me giré y allí la vi. Afuera el día se ha nublado, aún así la poca luz que entra por la puerta me impide ver tu rostro. Hermoso vestido blanco. Espuma y gasa, caracolas decoran tu cabello. Estás radiante y hoy has venido a casarte conmigo, Soledad.

Hace años que me vestí de silencio, de sigilo imperturbable, de reflexión y de mística para que te enamorases de mi. Hace tiempo que la poesía dejó de dar aire a la vida, hace tiempo que los versos de amor se apagaron y dejó a oscuras cualquier cuarto en el haya un vestigio de sentimiento. Desde aquel momento no se advirtió un latido más fuerte que otro, desde entonces la sangre llega a todos los rincones de mi cuerpo mansamente, como si de agua estancada se tratase y un cuerpo inerte acabase de entrar en ella.

Desde aquel preciso instante comenzó nuestra historia. Nuestra romántica historia sin contenido, vacía de cualquier argumento novelístico, sin más que el que da la noche, con las espadas envainadas y nuestros cuerpos espalda con espalda, sin mirarse, sintiéndose cerca pero a la vez lejanos, sintiéndose pero a la vez perdiéndose. Las oportunidades pasan solamente una vez en la vida y en esta ocasión no la iba a tirar por la borda.

Hemos visitado parajes insospechados acompañados uno del otro, hemos estado en los peores momentos de ambos y en ocasiones en los mejores, porque no siempre han de ser los mejores. Nos hemos acostado cada noche desde entonces y aún así no hemos sentido necesidad de cubrir nuestros cuerpos de erotismo, no lo necesitamos, porque realmente estamos juntos, estamos unidos por siempre por más que haya quien nos quiera separar, por más que el mundo nos diga que lo nuestro está de más. Pobres aquellos que no entienden que te he extrañado cuando no estás, ellos no saben lo que significas en esto que algunos se empeñan en llamar vida, cuando realmente la verdadera compañera sois tus hermanas y tu, nuestra lineas paralelas sois aquellas cuyo nombre está continuado del apellido Soledad.

Esta vez decidí que fuese el tiempo quien disfrutase de tu estancia, insolente, rebelde y magnética. Le dí la ocasión de que el colocará a Soledad a mi lado, o que se la llevase definitivamente, devolviéndome las taquicardias, las arritmias, las dudas, las llamadas a deshoras. El tiempo fue fugaz y me vació de recuerdos, arrasó con mi memoria y me dejo sólo con ella. Se llevó todos, los momentos de risas, las alegrías. Arrancó de nuestras pieles los tatuajes de los encurtidos momentos que pasamos juntos y lo que es más frustrante aún, se olvido de llevarse mi alma.

A ella la dejó a mi lado para que fuese la madrina de esta ceremonia, la de la boda que nunca tendré. A ella la dejó para que me atormente con sus sombras, para reprocharme cada paso en falso. A ella la regaló el traje negro que hoy luce impecable. Con su tocado en el pelo, y su fragancia a hoja caída de otoño. Nunca imagine mi boda, pero esto es lo que me ha tocado vivir. Un convite de serenidad y cobardía.

Paso a paso, te fuiste adentrando en el templo agarrada del brazo del miedo, temblando, con las dudas recorriendo por tus mejillas como perlas de agua salada. Tu mirada cristalina, tu sonrisa desgastada y difusa, tu cautivo perfume, tú. Nadie nos espera afuera, solo seremos uno cuando tú y yo nos declaremos desamor eterno, porque el amor no es ni para ti ni para mí. El amor se lo dejamos a los mortales.

Llegas a mi lado y te acaricio la mejilla sonrosada del calor que nos abraza dentro de estas cuatro paredes de pedregal ancestral, donde tantas y tantas liturgias de magia blanca se han llevado a cabo. Al otro lado del altar se encuentra Él y comienza el sermón. Tú y yo nos miramos. Tú y yo nos fusionamos. Todo gira, todo cambia y es tiempo de marchar. Nos agarramos las manos y damos la espalda al pasado en sociedad. Nuestras sombras marchan delante de nuestros pasos, afuera es un poco mas oscuro, adentro se quedan las ilusiones alumbrado la fantasía que antes fue de verdad. Es tiempo de que nuestro matrimonio se haga realidad, eres tú la deseada amante, eres tú mi preciosa Soledad.

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