Envidio del tiempo 
que aunque siga pasando, 
nunca es tarde para él.
Siempre llega cuando llega,
sin esperar un minuto, 
sin días, ni mañanas, 
sin canas que peinar, 
sin envejecer segundo tras segundo, 
sin la impaciencia 
del que tiene que esperar.
 
Sin madres ni hijos, 
sin amantes que ocultar, 
sin olas desbocadas 
que desnudan este mar 
de mi cuerpo bañado en soledad 
solo la certeza de la honestidad, 
solo ser, solo estar, 
solo la verdad 
nos conduce a la felicidad,
solo la guadaña para cortar
la tarta de cumpleaños
antes que clausurar este funeral, 
solo para borrar de los recuerdos
aquellas fotos en que salimos mal.
Siempre lo he sentido mío
vestido de generosidad, 
siempre quedan horas de más
en las que uno no sabe distinguir 
lo que es fantasía 
de lo que es realidad.
Envidio del tiempo
siempre ser dueño del destino
por mucho que nos pueda costar, 
siempre he tendido a tu vida 
y la mía a lo lejos comparar.
Nos discrimina sin complejos
y nosotros le esperamos,
absurdos y distraídos,
atemporales en el espacio,
mortales hasta el epitafio,
al calor de los infiernos
que se diluyen en agua despacio
y que recorre nuestros órganos
contra nuestra humilde voluntad
tiñiéndolos de veneno.
Envidia se bautiza
como un nombre de mujer
que atraganta mi garganta,
y me mata la sinceridad.
Déjame al compás del aire
que me lleve donde me quiera llevar,
que me lleve a otro tiempo,
que me duerma en otro lugar,
que me diga quien está a mi lado
y quién no lo está,
que me arrope cuando el frío
me quiera despertar.
Envidio del tiempo
su maldita eternidad,
el infortunio de la inmortalidad.
Envidio del tiempo 
que tiene toda una vida 
para llegar amarte, 
y yo solo tengo esta 
para alcanzar al olvido 
y entre lágrimas olvidar.
Hay lugares donde escapamos sin necesidad de movernos del sitio, este pretende ser uno de ellos. Disfruten de su estancia y sientan las palabras.
viernes, 15 de julio de 2011
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