miércoles, 18 de agosto de 2010

Conversaciones con un ángel

Mis pies se posaron al borde del abismo del cielo. De algo estoy seguro si me lanzó, y es que no pasaré frío. No tenía mas ganas de seguir allí. Era demasiado, no hacía mas de diez minutos que estaba allí y ya quería marcharme. Era todo demasiado blanco, demasiado virginal. Yo que durante mi vida me dediqué a ser lo que no era, a aparentar a mentir, a tratar a la gente mal, no cuidaba las relaciones con el mundo, me creía superior. Estar allí me parecía demasiado premio a mis días en vida, seguro que muchos con los que había tratado, se merecían mas que yo estar en ese palacio de la reencarnación. Respiré fuerte, y cuando me disponía a ejecutar un salto mortal con caída libre al infierno, de repente, un ángel se sienta a mi lado y me dice:
- Hola... - Para empezar el susto que me dio aquella criatura y para continuar, que hacía nadie allí. Aquello era el abismo un lugar alejado de la civilización que habita en el cielo.
- Hola. - contesté igual de seco que los pensamientos que me habían llevado a aquel lugar.
- Se ve un bonito paisaje desde aquí arriba, ¿verdad? - insistió el ángel en conversar conmigo, mi respuesta había servido para que se marchase tal y como así intenté hacerle ver con ella.
- La verdad que no está mal. - mi poca educación me hacía contestar mientras que el ángel no fuese grosero, y es que hay cosas que te inculcan de niño y es inevitable cambiar.
- Yo llevo aquí desde la inmensidad de los siglos y jamás he bajado ahí, a ese planeta azul. He recorrido otros mundos otras galaxias, pero mi padre nunca me ha dejado ir allí. Tu vienes de allí, ¿verdad?
- Sí. - le volví a contestar a aquel ser bajito vestido de blanco. Hubo algo que me llamo la atención la segunda vez que le miré. No tenia un rostro definido. Efectivamente yo escuchaba su voz, pero de donde salía aquella voz. Aquel joven ángel me volvió a preguntar sobre aquel planeta azul, rápidamente después de mi respuesta.
- ¿Cómo es?. Debe ser un lugar increíble, desde que estoy aquí he escuchado muchas cosas de otros como tú acerca del planeta azul. He oído que es increíble aquel líquido que recubre la mayoría de su terreno.
- Agua. Le interrumpí yo para puntualizarle sobre como se llamaba aquel líquido. Se llama agua y es quien mueve el planeta, sin ella, allí abajo probablemente no serían nada.
- Después también veo muchos colores verdes y amarillos, ¿eso que es?
- Los colores verdes y amarillos corresponden a las plantas, ellas son las que desprenden frutos para alimentar a los seres que allí habitan. Beben del agua y crecen. Entonces cuando el ser que las trabaja las encuentra en su punto, las retira del árbol y de la planta y se alimenta con ellas.
- Lo que no veo mucho es movimiento. - Me inquirió aquel personaje sin rostro a lo que le contesté.
- Los seres que allí habitan son minúsculos dentro de semejante obra de nuestro Dios. Ellos se piensan únicos, se creen que son los que mandan sobre el destino del planeta azul aunque de vez en cuando el corazón de aquel planeta se rebela y les golpea fuerte. Muchos de ellos pierden la vida, pero desde la distancia empiezo a creer que es normal que ocurra, o acaso no haríamos nosotros lo mismo si nos estuviesen maltratando.
- ¿Por que dices eso? - me preguntó aquella criatura, empezaba a dudar que fuese un ángel. Yo los tenía en mas alta estima. Pensé que una vez que llegábamos al cielo eramos conocedores de un todo. Empecé a dudar si era cierta mi teoría o si ese ser que tenía al lado me estaba vacilando.
- Lo digo porque el ser que allí habita, se está encargando de poco a poco ir arañándole un segundo de vida. Tengo la certeza que Dios dio vida a aquel planeta. Que fue el origen del aquella maravillosa obra de arte, pero no le dio a sus habitantes la capacidad para mejorarlo. Hace cientos de años que inventaron un vil metal llamado dinero y a raíz de entonces se están matando unos a otros. Pero no directamente. Se van degradando poco a poco. Poco a poco el dinero, les atrae les convierte, les transforma. Es inevitable. La codicia se dibuja en sus rostros. La locura se adueña de sus sueños y les hace realizar complejisimas obras con materiales, los cuales ponen en peligro al agua y a la naturaleza. Están derribando cualquier barrera natural que se les pone por delante y les va a costar muy caro. Deberían de simplificar sus actos, si algo he aprendido desde aquí arriba es que en la sencillez, en lo simple se encuentra la perfección.
- Discrepo contigo.- Cortó mi discurso naturalista el ángel.- Efectivamente, Dios le dio vida a aquel planeta, pero creo que también a aquellos seres les dio dos manos como las tuyas, y les propinó una conciencia como la nuestra, ¿no?. Y si les dio dos manos era para trabajar en su obra, para culminarla, para mejorarla. Para que fuese la mayor de las obras jamás creadas. Por eso nunca me dejaron bajar allí abajo, yo no tenía esa capacidad.
- No lo entiendo. - Respondí yo angustiado, como un ser tan excepcional tendría prohibido el acceso a aquel planeta.
- Un día Dios me arrancó de aquel mundo, justo antes de aparecer, descubrí la luz y antes de tomar la primera bocanada de aire, decidió que mi lugar era aquí arriba.

Mi frustración era inmensa. Nunca pensé que Dios fuese tan cruel de arrancar de las manos de su madre a un hijo. Pero debería de tener un porqué. Está claro que las cosas no ocurren porque si, así que ya que aquel ángel no hacía más que preguntarme a mi acerca del planeta azul, del planeta del que yo venía, esta vez la pregunta impertinente la realicé yo.
- ¿Por qué? ¿Nunca te dio una explicación a aquella decisión?
- La verdad que hace unos siglos le pregunté el porqué y Él esquivó mi pregunta diciéndome si aquí estaba mal. A lo que le contesté que no, que a pesar de todo no me faltaba de nada, y disfrutaba de todos los que aquí estábamos. Que era feliz, que tenía luz, alegría. Tenía música, tenia amor. Él se dio por satisfecho con mis respuesta y entonces me dijo, entonces si aquí tienes todo, ¿a que viene esa curiosidad?. Aquel es un paso para los que se tienen que ganar estar aquí y tú madre no se merecía que tu escogieses por eso te traje aquí antes que ella, para que ella anhelase llegar a tu lado para que pelease por este paraíso. Por el auténtico paraíso, el único, el de la emoción, el de las sensaciones.

Una vez el ángel termino aquel pequeño discurso acerca de Dios, volvió a preguntarme, acerca de mí.
- ¿Qué haces aquí? ¿Por qué has llegado a este abismo? ¿Echas de menos aquel lugar?

Yo me sonreí por dentro, tenía frío y quería calor. Pero no se como lo había hecho aquel pequeño que durante unos instantes me había hecho olvidarme de mi, y es que yo ya no importo, simplemente vuelvo a vivir y con paz. Entonces en aquel momento, en esa fracción de segundo, tomé impulso, dí dos pasos atrás y le contesté.
- Déjalo todo tiene sentido.

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