lunes, 16 de agosto de 2010

¿Merece la pena?

A veces miro al cielo y me pregunto si merece la pena luchar. Estoy seguro que si pero ¿quien nos motiva? ¿a donde nos lleva todo esto?? Nos empeñamos en hacernos daño,en utilizarnos, en herirnos. No tratamos de pasar los días envueltos en la burbuja de la sensatez, de tratar de hacer feliz a la gente que nos rodea. Nos complicamos demasiado y la verdad que empiezo a pensar que nos gusta. Es brutal la cantidad de preocupaciones que tenemos día a día, sin reparar en que en la sencillez esta la felicidad. El simple hecho de llevar una sonrisa en la cara es motivo de crítica, ¿pero por qué?. De verdad que no nos entiendo, y me incluyo yo, porque puede que yo sea el primero de los mortales que sufre ese mal que llamamos envidia. Y la envidia aunque sea sana no deja de ser envidia, y puede hacer daño. Mucho daño. Es un arma arrojadiza, tan pronto está sujeta como cobra vida y lanza actos y sentimientos escondidos dentro de lo más básico del ser humano. Hay corazones que intentan huir de todo eso, pero es una burbuja que nos encierra y nos ata, nos obliga a ver lo que hace el que tenemos al lado, compararnos continuamente. En lugar de llenar nuestros objetivos de elementos que nos beneficien, nos preocupamos de asaltar los proyectos de los demás. No buscamos el consenso, no queremos unidad de un todo, preferimos el individualismo.


Hablando de esta palabra, individualismo... la analizo y veo que es injusto que dentro de ella este la palabra dual, la cual quiere decir de dos, la que nos procura la pareja, la compañía, la del ser humano. Imagino que el origen de esta palabra será individuo, es mas de uno mismo, mas propia, mas, y vuelvo al origen, es más egoísta. El ser humano esta lleno de matices ricos en sentidos, en culturas, en armoniosos sentimientos y sentidos. Tenemos la capacidad de reír y llorar al mismo tiempo, o al revés de llorar y reír. Existe una gran diferencia entre ellas. Podemos reír y de tanto reír, de la felicidad mas absoluta se nos escapan lágrimas furtivas como niños que acaban de robar unos refrescos en el super de la esquina de casa, pero también podemos llorar y reir, mas complicado quizás pero más impulsivo. Primero lloramos y después de tanto llorar, es cuando la duda nos vuelve a asaltar la cabeza. ¿Merece la pena? Y nos sentimos ridículos, nos sentimos mínimos, una pequeña partícula dentro de la galaxia es lo que somos. Y nosotros que florábamos pensándonos el centro del universo. Entonces vuelve a aparecer ella, la envidia. La sentimos propia. Nos araña por dentro, nos llena de jirones el alma, nos deja de latir con fuerza el corazón. Todo se desacompasa. Todo se hace frío, entonces como hoy, el día se vuelve gris y llora aunque a veces salga el sol y se ríe de nosotros.

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