jueves, 7 de abril de 2011

La crudeza de nuestra realidad (... A Japón)

El mundo tiembla
y nosotros seguimos sin prisa
por mantener a salvo nuestra alma,
nos da igual que salte la alarma,
nos da igual porque nosotros,
allá donde estamos seguros,
seguimos en calma.

Un movimiento inverosímil,
un temblor insignificante
y las facciones rasgadas
de sus rostros se desencaja.
Las calles se llenan de miedos,
esas mismas que vieron en la tele
a otros pobres perder todo.

Las fisuras de la tierra
descubren nuevos caminos,
y nos levantan nuevos muros
donde nos hunde los viejos,
donde ahora se lleva
los recuerdos y las propiedades,
donde ya no queda nadie que haga daño,
donde todos necesitan
del que reposa sin nada a su lado,
Tensa calma al compás del tiempo,
penosa situación de hambre a diario.

Olas en el centro de la ciudad,
y los peces de ciudad
se mueren por falta de aire,
porque ya no saben ir nadando,
porque donde antes pasaban
gentiles hombres caminando,
ahora hay algún resto, algún barco,
algún escombro del alma flotando.

El agua se fusiona a la piel
y furiosa arrastra
cualquier atisbo de romance
entre el hombre y la tierra amada,
el agua se fusiona
como se fusionan los átomos nucleares.
Fukushima llora, Japón llora,
el mundo lo ignora.

Tragedia nuclear por dinero,
tragedia del miedo,
el monóxido colapsa el cielo.
Vegetación inerte,
y la fauna yace latente,
aún no ha llegado
el del mazo a por ellos,
aún no ha bajado cualquier Dios,
ellos siguen sentados en el cielo;
aunque no hayamos sido buenos,
deben estar a nuestro lado...
Protégenos.

Se incendia el mundo por dentro,
y nosotros somos los culpables,
pirómanos de esta sociedad,
No hacemos nada,
por salvar lo que será
cuando se levante el Sol mañana.
No seremos nadie
si arrasamos nuestra llama,
la que nos enciende por dentro,
la conciencia iluminada.

Pasaremos a la historia,
seremos los héroes
de esta decadente epopeya.
Seremos los amantes
del antiguo circulo polar,
seremos los viajantes
al frío centro de la tierra,
y lo que Julio Verne soñó
quedará como un sueño nada más.
Porque día a día, los sueños,
se ven sobrepasados
por la crudeza de nuestra realidad.

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