domingo, 10 de abril de 2011

A media noche

Adormecido sentimiento,
ya no siento, ya no es mio,
Encendido mi cuerpo
y me muero antes de caer dormido,
por mi eterno fracaso,
por mi maldito olvido.

Me desperté a media noche y el sueño se esfumo de entre mis telarañas. A mi lado la musa de los atardeceres, la que tiñe el infinito de malvas, quien da luz a mi universo. A su lado, el amor en mi es perverso.

La contemplé mientras ella aún dormía. Su belleza yacía inerte. Mi corazón era para ella como una parte de la almohada desde que duermo a su lado. Desde ese instante, mi vida ya no es mía, mi vida pertenece a sus caricias. Entre estas paredes ocres, se colaba por la persiana ese hilo de aire que me faltaba para respirar, para mantener la calma y no abrazarme a la locura. Estas cuatro paredes tienen mas secretos que las maderas de un confesionario, por el que pasan una tras otra las culpas de cada uno.

La luna llena se colaba por las rendijas de la persiana ligeramente levantada. La luna llena se colaba y mi pasión por estar en tu cuerpo, más y más, despertaba. Tu piel recibía los destellos del mayor de los satélites y su tono canela recogía un brillo de plata que te hacía aún mas sugerente si cabía. Tu camiseta de tirantes blanca descolgaba uno de ellos para mostrarme una parte de tus encantos. Incontenibles. Hermosos. Sugerentes. Inalcanzables. Mis manos temblaban sólo con pensar en acariciarte el cuello y deslizarse lentamente, poco a poco, sobre tu torso.

Mi cuerpo me mandó señales en modo de taquicardias que hacían eco entre las cavidades de mi torso vacío de sentimientos porque todos estaban dentro de ti. Mi conciencia tiró de mis manos hacia tu cabello, y las deslice por él apartando de tu rostro aquel hermosos mechón que rebelde se había colocado delante de tu rostro para evitar que viese tu eterna belleza.

Te giraste levemente. Y tu cuerpo rozó con el mío y note como ligeramente abrías esos ojos verdes que seducían a los encantos del día. Aún así pasaste tu brazo encima mía y me abrazaste. Apoyaste tu cabeza sobre mi pecho desnudo, y te acomodaste. Note que ya no querías dormir más. Sólo querías que los dos permaneciéramos en silencio, sin decir nada, sin que ni tu ni yo supiésemos lo que el otro pensaba porque ya era un secreto a voces. Tomaste una bocanada de aire y suspiraste. Mientras yo te besé con comprension en la frente. Seguimos soñando durante un par de horas mas.

Adormecido sentimiento,
y desnudo mis miradas,
y mis dedos libres
te separan del viento,
porque siento celos
si no te recorro por dentro.

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