miércoles, 16 de diciembre de 2009

Gracias

Nunca en la vida renunciaré de ti,
aunque a veces llegues a pensar que sí.
Te debo gran parte de mi corazón.
Sí estás triste, o lloras en tu interior,
mi corazón se encoge en un puño.
Eres una razón de mi vivir.

Crezco feliz aunque veas en mí
al niño que un día fui,
pero el tiempo no perdona,
y los recuerdos inundan la razón,
aunque el tiempo pase en el exterior.
Eres un modelo de vida,
de felicidad y juventud perdida,
que dejan paso a una madurez sentida.

Te imagino dentro de veinte años
sentada en el sillón recordando
días importantes como el de hoy,
hablando con tus nietos alrededor,
a los que educarás en la vida
como un día lo hiciste
con nosotros dos.

Paseando por el centro de tu ciudad,
que cada día te enamora más,
viendo pasar a tu gente,
alegre como la que más,
agarrada de tu marido
que hermosa estarás.

La vida que me has regalado
no se puede agradecer,
y estoy orgulloso de ser
tu hijo aunque no lo demuestre.

Por eso quiero gritar te quiero,
y darte las gracias la vida
de la que tanto espero,
y de la que renunciaría
por tí algún día.

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