miércoles, 16 de diciembre de 2009

Poesía a la Luna

La Luna me mira
con sus blancos ojos.
El traje de lentejuelas azabache
consigue variar el mínimo cachivache,
su suave voz me descubre
escondido entre la grandiosa mugre
de la sociedad del siglo veintiuno,
haciendo congelar uno por uno
los sentimientos que deslumbre.

La Luna me habla de la vida,
del sentido de vivir
al máximo cada momento,
exprimir la vida en la mañana,
que como decía el poeta:
"nuestras vidas son los ríos
que van a dar a la mar ".

La Luna me habla de mí,
de saber tratar, de amar
de reír, de sufrir, de llorar,
de aceptar la cruda realidad
que cada día nos sorprende
con alguna tragedia de más.

La Luna me habla de ti,
de como amas que te amen,
de como te gusta intentar
volver al corazón frágil
y que se consiga mover
al ritmo de tu sentir.

La Luna muere ante mí
dejando aparecer
una luz cálida y brillante,
es el día donde debo seguir
los consejos que me dio
la Luna antes de morir.


Estás ahí arriba y todo lo ves,
te tengo envidia como ya sabes,
tantas veces te he escrito,
tantas veces te he llorado,
que nunca me he sentido abandonado.

Cuando tenía algún problema,
recurría a tí con algún poema.
Te he abierto el corazón
en las noches de fría calma,
te he cantado al son
de las palabras que libera el alma,
me has robado la razón
cuando en los momentos duros
saltaba tu dulce alarma.

Sí supiera lo que
de verdad siento
no estaría aquí escribiendo
cada uno de mis tristes sentimientos.
La vida se acaba cuando uno
se queda sólo dentro de este mundo
sin nadie con quien hablar,
ni sitio donde llorar.
La poesía es mi refugio,
es el lugar donde me intento esconder.
la poesía es más que palabras,
es el sentido al perecer,
de una larga vida perder.

Hace más de cinco años
que empezamos nuestra relación
y todavía nos sentimos extraños
en un mismo corazón.
Grito tu nombre en cada uno
de los poros de mi cuerpo,
siento tus caricias recorriendo
en silencio cada rincón de mi cuerpo,
recuerdo tu pelo peinado
por la poesía que recita el aire,
vivo de recuerdos desde
el día en que te has marchado.

Voy a salir ahí fuera a buscarte
entre el cielo y la tierra,
para conseguir al fin liberarme
de este mal que me atormenta.
Me has dejado marcado
para el resto de mis días,
tus besos recuerdan las tardes
en el parque de los sentimentales,
donde sólo pasean los que sienten
el sentimiento de los inmortales.

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